25 de octubre de 2010

Silencio...


Silencio, todo permanece sumido en un profundo silencio, mientras poco a poco, a lo lejos, gana fuerza y confianza la dulce melodía de lo desconocido. Suave y lentamente se acerca, te rodea y tus pies van perdiendo el contacto con el frío acerado de las calles, que te recuerda tristemente que solo puedes despegarte de él durante unos efímeros segundos. Te elevas, piensas que tu cuerpo ha conseguido por unos instantes vencer a la gravedad y alzarse por encima del suelo. Crees haber roto con todo lo que fuertemente te tenía atado a este mundo y confías en no volver nunca. Juras que no volverás a permitir que nada ni nadie te encadene, gritas ahogadamente al abismo que existe entre tú y el mundo real que explotarás al máximo esa libertad de la que nunca has hecho gala.  Y por último sonríes, no puedes impedir que una tenue sonrisa se escape de tu boca al darte cuenta de que no lograrás ninguno de estos últimos propósitos.

De repente, sin saber muy bien dónde te encuentras realmente, abres los ojos. La ves. Allí está, a escasos centímetros de ti. Todavía puedes sentir el roce de sus labios, el calor de sus mejillas- Y notas cómo te arrebata tu último aliento, cómo se lleva de golpe, en una exhalación, todas las palabras que nunca te has atrevido a decirle. Entonces, el deseo ahoga a la razón para que no se interponga en su camino y decide, fugazmente, que vuestras manos deben estar juntas. Haciendo caso omiso de tus miedos, empleando ese coraje que nunca has tenido, vas acercando, paulatinamente, tu mano a la suya. Estás cerca, demasiado cerca para ti, pero este no es el momento de echarse atrás. Puedes sentir el calor que se desprende de su mano, el calor que ella no consigue retener después de ese apasionado beso. Tu mano, soñadora, alza el cuidadoso y delicado vuelo que tiene como objetivo enredarse en la maraña de sus dedos…

Despierta, continuas aturdido, todavía siendo esclavo de esa imaginación que siempre te ha caracterizado. Nada de esto ha sucedido y eres consciente de ello. Baja, compra el billete de vuelta a la realidad, dale vacaciones a tu imaginación y pasa a emplear tu tiempo en hacer cosas que no te gustan. Para, ya es hora de percatarse de que después de tanto tiempo sigues sin encontrar tu sitio en el mundo, todavía no has hecho nada de lo que te propusiste y cualquier amor verdadero que hayas creído encontrar no ha sido más que un mero espejismo de esa persona que, según todo el mundo afirma, está hecha para ti.
               
Son demasiadas preguntas para hacerse cargo de ellas en una misma noche. Existen demasiados interrogantes para los que sabes no hallarás respuesta alguna, simplemente tendrás que conformarte con un montón de inservibles consejos que has recibido con la mejor de las intenciones de parte aquellos que aún piensan que todo en esta vida sigue un patrón uniforme. Te resignas por no poder obtener más que esto, te frustra pensar que haya gente que nunca se plantee todos estos problemas que poco a poco se van apoderando de todo tu ser. Quizá todo sea más fácil si dejas de hacerlo, si paras para siempre la furiosa locomotora de tu cabeza, que no hace más que ser alimentada por incombustibles pensamientos.
               
Por suerte para ti, Morfeo empieza a reclamarte, te envuelve cuidadosamente y te mece entre sus brazos con un cariño maternal inigualable. Sientes el calor de su aliento y todos tus problemas, todas esas preguntas que nunca te abandonarán se solucionan tristemente con la afirmación de que mañana será otro día. 

2 de octubre de 2010

El Narciso actual

Ególatras, sonámbulos soñadores que bucean en un océano de mentiras, creadas por y para ellos mismos. Entes vacíos, que nada tienen que envidiarle a Narciso, ofreciendo sus cuerpos para que les cosan fuertemente a cada una de sus extremidades los hilos con los que manejarles, con los que puedan controlarles. Cabezas llenas de utopías infundadas por unos padres que no supieron darles una educación pero sí mucho dinero, cabezas capaces únicamente de moverse afirmativamente ante cualquier postura defendida por alguien al que admiran. Y junto a papá “Dinero”, incapaz de moverse más que por mero interés se encuentra mamá “Prepotencia”, que desde pequeñines les enseña a mirar al resto por debajo del hombro, a establecer clases, diferencias con alardes de superioridad y comparativas odiosas sobre el resto de persona que les rodea. Pequeños maniquíes, figurines de revista, deberían aprender a servirse por sí mismos, a ser dueños de sus pensamientos y a no dejarse llevar por la mayoría. Porque no son más que eso, una parte cualquiera de una masa cada vez más homogénea, no son especiales, nada los hace diferentes, a pesar de que lo que se empeñen en pensar. Perfectas y precisas figurillas de arcilla que obedecen al mismo molde, que siguen un mismo patrón invariable. Muertos vivientes que danzan al son de sus propias palmas y que se halagan con los piropos que ellos mismos se lanzan frente al espejo.

“Podemos mantenernos fieles a lo que creemos o hacernos populares tocando al son del grupo.”