15 de noviembre de 2010

Presente

Pequeñas fotografías, imprecisos y diminutos instantes captados por el objetivo de nuestros ojos que, a veces demasiado deprisa y otras con una torpeza y lentitud inigualables, parpadean al son de la tenue melodía que entona nuestro corazón. Diminutos momentos que se escapan mientras parpadeamos, que se ríen de nuestra dificultad para atraparlos. Un impreciso y difícilmente comprensible suceso que transforma un futuro repleto de ensoñaciones y propósitos en algo pasado. Un chirriante y oxidado proyector de cine, al cual no le queda más de unas cuantas decenas de años para detenerse, que proporción una cantidad variable de luz a la película de nuestra vida, una cinta que muy a menudo corre delante de nosotros sin que podamos alcanzarla y otras muchas veces no es más que una sombra de la que no podemos librarnos.

Sin embargo, demasiado a menudo, nos empeñamos concienzudamente en hacer de nuestra breve proyección una monótona escena en la que muy de vez en cuando se puede apreciar algún cambio en el decorado o en los personajes. Y cuando te percatas de ello, decides que vas a cambiarlo, que ya es hora de darle emoción a tu vida, planeas algún viaje que no llegarás a realizar y buscas en la agenda a aquellos amigos que hace tanto tiempo que no ves y que hace tanto que no llamas y planeas una fiesta que, estás seguro, será inolvidable. Aunque no quieras caer en la cuenta, las cosas ya no son como antes, entonces, con demasiada brusquedad vuelves a la realidad, recuerdas que no tienes tiempo ni dinero para realizar esos soñados viajes que en tu imaginación carecen de fallos, y recuerdas que has descuidado el trato con aquellos que un día llamaste amigos. ¡Detente! Párate a pensar a quién conservas todavía y no te permitas el lujo de perderlos, no dejes que el presente se tome la libertad de hacer que aquellas personas a las que realmente quieres se transformen parte de tu pasado. Esfuérzate por mantenerlos contigo, preocúpate por ellos, aún cuando no tengas ganas y tengas la impresión de que tus problemas son mayores, en la mayoría de las ocasiones no es así, y lo sabes.

Ahora, ahora es un buen momento para empezar a cambiar todo aquello con lo que no estás de acuerdo, líbrate de las cadenas que te mantienen atado a todo eso que detestas, date un tiempo para pensar y no esperes que el futuro te dé aquello por lo que no has luchado, no confíes en que los tiempos venideros serán mejores, deja el optimismo para los libros de autoayuda. Mas no sitúes en el hueco dejado por este el pesimismo más tremendista, ya somos mayorcitos para saber que la escala de los colores es demasiado basta para que únicamente nos detengamos a contemplar la claridad y la oscuridad. Debes admitir que si pudieses colorear los fragmentos de tu vida, no todo son tonalidades oscuras, hay sitio para la alegría del amarillo, la esperanza que irradia el verde y la pasión que nos transmite el rojo. Seguramente hayas disfrutado de momentos azules, situaciones en las que nada importaba más que dejar pasar frente a tus ojos un momento que nunca querrías abandonar.

Presente, al son de una melodía en la que el palpitar de un acelerado corazón lleva la voz cantante y una extasiada, pero cada vez más lenta respiración le hace los coros, dos inocentes y tiernas manos bailan, como si nada más importase, sobre un cuerpo desnudo, deteniéndose en cada curva, en cada acogedor rinconcito para abrazarse como si les fuera la vida en ello. Gracias al silencio reinante en el lugar, una fría oreja, dormitando sobre el lecho de un cálido regazo, pueda escuchar, fascinada, el sonido de la vida. Solamente es necesario prestar un poco de atención para percatarse del aire que de golpe inunda los pulmones y, en un tiempo igual o inferior al que tardó en entrar, sale disparado en dirección a un mundo que podría ser mejor. Y de fondo, como un suave, lento y constante susurro, un corazón se esfuerza por gritar que le quedan fuerzas para seguir entregándose a los demás como el primer día, que no cesará de latir, que no dejará de latir a pesar de lo que pueda pasarle, se trata de un corazón feliz por sentirse escuchado.

Y poco a poco, mientras mis dedos a veces dubitativos no saben muy bien que teclas empujar, o cuando sin embargo se mueven a una velocidad que me cuesta controlar, el presente, este presente, mi presente, se va transformando, en pasado, y pasa a formar parte de todo eso que soy, mi pasado.