28 de diciembre de 2014

Vacío(s)

¡Para! 
¡Has vuelto a hacerlo!
Dijimos que nada 
de bebernos de un trago.

No tuvimos 
la paciencia necesaria
para disfrutar 
del momento.
Nos bebimos corriendo,
sin tragos pequeños
ni remordimientos
de conciencia.
Buscamos 
llenarnos del otro,
pero quedamos
vacíos
de nosotros mismos. 

Ahora, las copas
siguen sobre la mesa,
con el regusto amargo
de lo que fuimos.
Se miran perplejas,
incapaces de asumir
que todo sucediese
en cuestión de segundos.
Ahora lloran,
por fuera,
lágrimas condensadas,
fruto del calor ausente
de nuestras manos.
El frío las ha cogido
por sorpresa. 

Nosotros nos fuimos,
cada uno por su lado,
llevándonos a cuestas
la soledad ajena.
Recipientes nómadas,
vacíos fugaces
que se volverán a llenar
con la banalidad
de cualquier amor
de pantomima. 

Confieso
que en la despedida,
mientras caminaba
adormecido
por beberte deprisa,
miré hacia atrás
un par de veces.

A día de hoy,
todavía lo hago,
me cuesta creer
que te hayas ido
y te hayas llevado
contigo
los restos del vaso,
en el que aquella noche,
te bebiste
lo que me quedaba de amor,
sus últimos retazos.

25 de diciembre de 2014

Flores de otoño

El otoño murió
tras la ventana
y, en silencio,
me dejó
el reflejo
de tus ojos
en mi espejo,
una alfombra
de hojas muertas
en el suelo,
un tapiz anaranjado,
una mortaja
de versos.
También dejó,
para el recuerdo,
una ilusión de vida
en forma de flor colorida
que se abraza con miedo
al manillar
de tu bicicleta.

Iluso de mí
intenté
lo imposible,
traté de barrer,
de una vez,
todas y cada una
de las hojas,
confiando
en que tu presencia
se iría con ellas.
Me puse
frente al reflejo
de tu mirada
y le prometí
que nunca más
volveríamos
a hacernos daño.
Regué las flores
rodeadas de metal
con mis lágrimas
secas,
tratando de darles
a ellas
la poca vida
que me dejaste.

Sin embargo,
a pesar de ello,
tus ojos
siguen mirándome
cada mañana
desde el espejo.
Las hojas
no resistieron
el soplido
del viento.
Y las flores
se han despintado
envolviendo
ahora
un manillar oxidado.

Yo, lo sé,
no tengo perdón,
pero que nadie diga
que no hice intentos
de recomponerme
el corazón.

22 de diciembre de 2014

Amor: cara A

            El amor no pierde actualidad, aunque no son pocos los que defienden su transformación en las últimas décadas. Es un hecho que nuestro modo de relacionarnos ha cambiado. Sin entrar a valorar la situación, vemos que las nuevas tecnologías y las redes sociales han posibilitado una expansión en nuestros horizontes en lo relativo a conocer gente nueva y comunicarnos con los demás. Sin centrarnos en la causa del cambio, lo que nos importan son las consecuencias, la situación y el contexto en el que nos toca desenvolvernos. Cabría afirmar que, a día de hoy, corren malos tiempos para los románticos.

            Las relaciones interpersonales son diferentes en la actualidad, ya no se caracterizan por la solidez de antaño, no sentimos la necesidad de establecer vínculos emocionales irreversibles, fijos e inamovibles en ninguno de los ámbitos de nuestra vida personal y profesional. Parece que la fluidez y la liquidez que algunos atribuyen a esta modernidad que vivimos se ha apoderado también del amor, de cómo construimos y queremos que sean nuestras relaciones amorosas. El tradicional ‘para toda la vida’ ha sido sustituido por el ‘aquí te pillo, aquí te mato’, por decirlo de alguna manera. ¿Mejor o peor? Diferente, adaptado a los cambios socioculturales que se han ido sucediendo. Lo que el amor es, o debería ser, lo dejaremos para una discusión posterior y la visión personal de cada uno; pero lo que es cierto es que esta nueva concepción permite la apertura hacia horizontes hasta ahora inexplorados, donde se plantea como todo un reto la construcción de la identidad afectivo-emocional y sexual de un modo distinto al actual.

             La identidad personal se construye ahora en un mundo multicultural y plural, que afecta también y en gran medida al amor y a las relaciones interpersonales. La ruptura de las fronteras de un pensamiento tradicional y anacrónico que rechazaba a ciertos sectores de la población por su identidad sexual, y que al mismo tiempo condenaba cualquier concepción del amor que divergiese de la suya, así como la superación de ciertos tabúes y miedos heredados generación tras generación, ha permitido que, poco a poco, tomemos consciencia de nuestra autonomía y poder real en la configuración de quién queremos ser y cómo queremos amar. Ya no aceptamos que nadie nos diga si alguien nos conviene o no, que nos marquen las pautas de nuestro comportamiento emocional/sexual. La apertura del amplio abanico de posibilidades que tenemos ante nosotros, así como el reconocimiento de que no hay un amor más verdadero que otro, nos permite desarrollarnos por el camino que queramos, haciendo posible los saltos entre las distintas alternativas en cada una de las etapas vitales y garantizando en todo momento el dominio pleno sobre nuestra vida. Somos nosotros quien debemos escoger el curso que queremos que siga nuestra vida, las riendas nos pertenecen y ahora más que nunca hemos tomado conciencia de ello.

            La pregunta ahora es: ¿a quién amar y por qué? Da un poco de miedo, ¿no?

            

12 de diciembre de 2014

Ojalá

Ojalá levantar,
remontar el vuelo,
caer al vacío
si tus brazos me esperan
y tus labios
prometen arroparme.

Y es que siento frío,
pero no es el clima,
al menos no el de fuera,
quizá el de mis adentros,
que suspiran llenando
todo mi interior de miedos.

Ahora tus caricias
me congelan las ganas,
tus miradas
me parten en dos el alma
y tus besos
ya no intentan arreglarla.

No quedará consuelo
si te marchas tras mi espalda,
no quemarán pañuelos
ni la sed podrá saciarla el agua.
Ya no florecerán susurros,
ni se marchitarán las almohadas
con los llantos en la noche
de mis dedos bajo tu falda.

Ojalá verte feliz,
sonriéndole a otros ojos,
olvidándome desnuda
con tu piel a su antojo.

Ojalá
el olvido,



3 de diciembre de 2014

Prohibida

Deberías estar prohibida
por ese modo de sentir que vistes,
con la elegancia de tus dedos
y la sonrisa de tus deseos.

Deberías estar prohibida
por esa manera que tienes
de llevarme al cielo
sin dejarme siquiera
incorporarme de la cama.

Deberían prohibir tus labios,
sobre todo cuando bajan
desde mi ombligo
y hacen volar mis sueños.

Deberías estar prohibida,
tú y todo tu cuerpo,
que empieza en tu sonrisa
y muere en mi cuello.