25 de diciembre de 2014

Flores de otoño

El otoño murió
tras la ventana
y, en silencio,
me dejó
el reflejo
de tus ojos
en mi espejo,
una alfombra
de hojas muertas
en el suelo,
un tapiz anaranjado,
una mortaja
de versos.
También dejó,
para el recuerdo,
una ilusión de vida
en forma de flor colorida
que se abraza con miedo
al manillar
de tu bicicleta.

Iluso de mí
intenté
lo imposible,
traté de barrer,
de una vez,
todas y cada una
de las hojas,
confiando
en que tu presencia
se iría con ellas.
Me puse
frente al reflejo
de tu mirada
y le prometí
que nunca más
volveríamos
a hacernos daño.
Regué las flores
rodeadas de metal
con mis lágrimas
secas,
tratando de darles
a ellas
la poca vida
que me dejaste.

Sin embargo,
a pesar de ello,
tus ojos
siguen mirándome
cada mañana
desde el espejo.
Las hojas
no resistieron
el soplido
del viento.
Y las flores
se han despintado
envolviendo
ahora
un manillar oxidado.

Yo, lo sé,
no tengo perdón,
pero que nadie diga
que no hice intentos
de recomponerme
el corazón.

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