29 de marzo de 2011

Reflexiones políticas de un joven más

                Quizá sea demasiado joven y desconocedor del problema en todas sus dimensiones como para proponer soluciones y así corregir los fallos. Sin embargo no creo que mi temprana edad suponga un impedimento para saber que el problema existe. Mis veinte inviernos, ya que todavía estamos en marzo, y especialmente los dos últimos años, desde los cuales soy ciudadano con derecho a voto, me han permitido ver la oscura luz que la política desprende. Hablo de política en general sí, pues quizá los términos “izquierda” y “derecha”, al menos en sus dos partidos políticos con mayores partidarios, no sean más que dos maneras de referirse a lo mismo. Pero bueno, es un tema del que no poseo el suficiente conocimiento como para embarcarme en él, seguramente el naufragio sería el final más previsible.
                Recuerdo cuando recibí por primera vez en casa una carta que me animaba a participar en las elecciones europeas, mis primeras elecciones. Nervioso por lo que todo el mundo dice que supone poder votar por primera vez, sostuve el sobre entre mi manos y lo abrí, no sin un poco de miedo he de admitir. Sinceramente no recuerdo nada del contenido de aquel sobre, he de señalar, y no me importa hacerlo, que no voté en esas elecciones, luego intentaré explicarlo. Lo que sí recuerdo perfectamente es la pregunta que se me vino a la cabeza: ¿a quién voto yo? Supongo que lo más normal en estos casos es pedir ayuda a tus padres, pero no lo hice. Quizá en un optimismo que caracteriza a la juventud pensé que lo más lógico, debido a la importancia que ello suponía, era que debía llegar a una decisión propia, sin nadie que pudiese influirme, pues siendo más ajeno a la política de lo que me gustaría reconocer, me vi indefenso ante un posible discurso retórico.
                Entonces, con la observación, a veces impertinente, que creo que me caracteriza me dispuse a observar que hacían los demás jóvenes en mi situación. Con un socrático deseo de dialogar me dispuse a también a comentar el tema con estos. Descubrí, para aumento de mi decepción, que en muchos casos, no me atrevo que afirmar que fue la mayoría porque en esto de las generalizaciones uno puede salir mal parado, los jóvenes se movían danzantes al son de la mayoría, fácilmente influenciables votarían lo que se votaba en su casa o lo que “debía” votar por lo que pudiesen pensar los demás. Tonto de mí, obviamente gana en importancia lo que puedan decirme frente a lo que pueda pensar – nótese la ironía –. La ley establece que son los mayores de edad los que “gozan” del derecho a voto; yo lo veo más, pues fue mi caso, como un quebradero de cabeza si realmente se diese ardua decisión propia. Añadiré respecto a lo último señalado un matiz que me surge a raíz del pensamiento kantiano. La mayoría de edad no debe ser tomada como un estado individual que nos es concedido por el tiempo, sino más bien como un rasgo definitorio de cada individuo que obtenemos al ser poseedores de un cierto nivel intelectivo-racional. Quiero decir con esto, que debemos atribuirla a un estado de madurez mental.
                Lo que pretendo es que la gente joven se responsabilice de lo que está votando, se conciencia de su importancia sobre ello y sea plenamente consecuente con su decisión. Exigid información objetiva de los partidos políticos que se presenten a elección y no escojáis la fácil opción de que elijan por vosotros.