1 de marzo de 2013

No es justo

¿Saben qué sucede? Que no es justo. 

No es justo que sea yo quien venga del cine con el estómago lleno, después de sumar a la cena un gran paquete de palomitas, mientras tres hombres duermen, tiernamente acogidos tras la cristalera de ese banco sobre el que tantas piedras arrojaríais. La disposición es perfecta, uno arriba y dos abajo, que hay más sitio, solo que la pendiente no debe hacer muy cómodo el descanso, ya no importa tanto combatir el frío y al menos esta noche no dormirán solos. Aunque supongo que llega un tiempo en el que descansar es lo de menos, en el que uno se contenta con que no sea su hija quien le señale con el dedo desde el otro lado del cristal. (Disculpen el dramatismo, pero es el último recurso al que me queda acudir cuando sospecho que muchos corazones se hallan blindados ante el dolor ajeno). Dudo mucho, o al menos me cuesta creer, que hayan peleado por los improvisados dormitorios, como muchas veces ocurre en la asignación de habitación al compartir piso. Pero, pobres, está claro que son ellos quienes necesitan nuestra ayuda, ¿no es así? 

Me parece recordar que eran tres los paquetes de galletas que presidían la cena, y seguramente también el futuro desayuno, uno de ellos abierto, cercano a un vaso de plástico que en su momento contuvo café, con suerte no hace mucho. "Al menos - me consuelo tontamente, hablando hacia mis adentros - no han dormido con el estómago vacío". Claro, como si eso fuese lo realmente importante. 

No es justo que a un solo golpe de cuello se despliegue ante mí otra realidad completamente distinta y ajena a lo que está sucediendo tras los cristales. Un grupo de personas, poco importa la edad, perfectamente vestidos, y conjuntados, desprendiendo fragancias embaucadoras, pasean indiferentes a la realidad que con ahogados gritos reclama su atención. Uno de los integrantes de tan pintoresco grupo comenta que necesita sacar dinero, pero que le da miedo hacerlo en el cajero ocupado por esos tres indigentes, éste le parece el eufemismo adecuado. Entonces yo pienso, siempre para mis adentros, pues nos encontramos en un sociedad en el que toda opinión (o comentario) debe ser respetado, que lo que me da es pena. No, no es de los tres que apaciblemente duermen, sino del gilipollas que acaba de hacer el comentario, discúlpenme el adjetivo calificativo. 

Y son muchas más las injusticias que tenemos tan cerca que no conseguimos/queremos ver. No es justo que no seamos capaces de relativizar nuestros problemas, que no consigamos abrir los ojos, destapar el velo y aceptar la realidad tal y como se nos está presentando cada día. No es justo que sea yo quien escriba esto, pero la justicia se diluye aún más cuando, al pasar la página, releguéis al olvido las palabras que, con suerte, consiguieron calar un poco en vosotros.