22 de diciembre de 2011

Preguntas de medianoche


  • ¿Te gustaría estar enamorada? – le pregunté, dudando todavía de lo que acabada de decirme, asegurándome de que la había oído bien.
  • Sí – afirmó sin más dilación. No le importaba lo que pudiese pensar de ella.
  • ¿Por qué? – añadí sin salir de mi asombro ante aquella repentina sinceridad.
  • Porque es una bonita sensación. Tener a alguien a quien querer y que te quiera. ¿No lo ves tú así?


                Yo no sabía cómo lo veía, la verdad es que tampoco conocía muy bien el lugar hacia el que debía dirigir la mirada. Desconocía la manera en que debía actuar a continuación, simplemente me deje llevar. Di un paso hacia delante, al que ella respondió mirándome fijamente a los ojos, sin alejarse, no tenía miedo. Mi mano salió al encuentro de la suya para comenzar a unirnos, nuestros dedos se abrazaron y el desenlace estaba tan cerca que ya empezaba a añorarlo. La besé suavemente y esperé que aquel beso le hiciese comprender mi punto de vista.

15 de diciembre de 2011

La lluvia


                 Aquellos diminutos suicidas saltaba sin pensarlo, huyendo temerosamente de su taciturna residencia. Las nubes habían dejado de ser un lugar seguro. La esperanza se apoderaba de ellos, aunque conocedores de su fatal destino, sus sueños aun no les habían abandonado. ¿Con qué sueña una gota de agua?
                Altruistas anhelos los suyos. Las hay que espera ansiosas poder contribuir a la vida, formar parte de una flor o saciar la sed de algún animal cansado. Otras, menos ambiciosas, se conforman con aportar una monótona musicalidad a la vida de un transeúnte que pasea con su paraguas, molesto porque la lluvia estropee el traje para su cena de empresa. Las más románticas suspiran impacientes antes de precipitarse al abismo, esperando empapar los rostros de aquellos jóvenes que, despreocupados por lo que está ocurriendo fuera de ellos mismos. Se niegan a poner fin al beso que supondrá la despedida. Algunas otras, intrépidas, divertidas y juguetonas, se lanzan antes de tiempo, como antesala de lo que está por venir, disfrutando de ser las primeras en poder corretear por las aceras, ahuyentando a los que pasean, aumentando la precaución de aquellos que conducen y perdiendo el miedo que tenían a la caída.
                Las inertes gotas se han apoderado de nuestra capacidad para soñar, empapándose de sueños y, cuando están repletas, nos bombardean para recordarnos lo que estamos perdiendo. Mientras, nosotros, seguimos empeñándonos en protegernos con paraguas y chubasqueros, temerosos de que realmente tengamos la potencia y capacidad suficiente para alcanzar lo que soñamos.

13 de diciembre de 2011

Los no lugares

Vivían ocultos, paseando por los no lugares que les escudaban de la burda palabrería, golpeándose con besos que amorataban sus agrietados corazones. Los no lugares que siempre les recordarían que vivieron sin haber vivido, luchando por sobrevivir abrazados ante un mundo que les inundaba superficialmente. Temerosos ante la posibilidad de ser descubiertos, soñando con los ojos bien abiertos con un futuro tan cercano que se les escapa entre las manos, ahogando sus palabras entre risas contempladas por dos miradas y una sonrisa. 

6 de diciembre de 2011

Un bonito silencio



  •            No sé… no me sale nada. En serio. – me dijo mientras notaba el nerviosismo de cada uno de los impulsos de aire con los que pronunciaba las palabras, sílaba a sílaba.
  •              Mírame. Estoy aquí. – le dije suavemente mientras tomaba sus manos entre las mías; el frío no había tenido compasión con aquellos dedos. – No temas, no va a pasar nada. No te guardes nada de lo que tengas, me gustaría que por una vez fueses sincera, no conmigo, sino contigo misma.
  •      Pero es que… – nunca había sido la mejor encontrando las palabras en los peores momentos. Era consciente de lo que estaba en juego, pero mis palabras parecían descolocarla. – ¡No puedo más!
  •       ¿Por qué? – tardé en responder, el grito me sorprendió, y ella disimuló torpemente el sobresalto que sintió al emitir aquellas palabras.
  •           Estoy cansada de esconderme del mundo. Me encanta huir contigo de todo y todos, pero no entiendo por qué sigo sin poder darte la mano cuando hay alguien cerca, por qué debemos separarnos antes de tiempo. Guardo en secreto todos los besos de despedida que aun no te he dado. Cuentos los días que nos faltan, según mis vagas aproximaciones para poder abrazarte sin temor a lo que puedan pensar de nosotros. Creo que no pido tanto… – no pudo seguir, las lágrimas le impidieron continuar, aunque ya estaba todo dicho.
  •           Tienes razón, es solo que… tengo tanto miedo a perderte que no quiero que nada salga mal. No soportaría… - no me dio tiempo a terminar la frase cuando, con un beso, hizo del silencio aquella bella sensación.