15 de diciembre de 2011

La lluvia


                 Aquellos diminutos suicidas saltaba sin pensarlo, huyendo temerosamente de su taciturna residencia. Las nubes habían dejado de ser un lugar seguro. La esperanza se apoderaba de ellos, aunque conocedores de su fatal destino, sus sueños aun no les habían abandonado. ¿Con qué sueña una gota de agua?
                Altruistas anhelos los suyos. Las hay que espera ansiosas poder contribuir a la vida, formar parte de una flor o saciar la sed de algún animal cansado. Otras, menos ambiciosas, se conforman con aportar una monótona musicalidad a la vida de un transeúnte que pasea con su paraguas, molesto porque la lluvia estropee el traje para su cena de empresa. Las más románticas suspiran impacientes antes de precipitarse al abismo, esperando empapar los rostros de aquellos jóvenes que, despreocupados por lo que está ocurriendo fuera de ellos mismos. Se niegan a poner fin al beso que supondrá la despedida. Algunas otras, intrépidas, divertidas y juguetonas, se lanzan antes de tiempo, como antesala de lo que está por venir, disfrutando de ser las primeras en poder corretear por las aceras, ahuyentando a los que pasean, aumentando la precaución de aquellos que conducen y perdiendo el miedo que tenían a la caída.
                Las inertes gotas se han apoderado de nuestra capacidad para soñar, empapándose de sueños y, cuando están repletas, nos bombardean para recordarnos lo que estamos perdiendo. Mientras, nosotros, seguimos empeñándonos en protegernos con paraguas y chubasqueros, temerosos de que realmente tengamos la potencia y capacidad suficiente para alcanzar lo que soñamos.

2 comentarios:

  1. para variar después de leerlo me he quedado pensando, sin palabras.
    Me ha gustado mucho, un beso.
    :)

    ResponderEliminar
  2. A mí también me ha gustado mucho. Mucho más que palabras

    ResponderEliminar