19 de abril de 2012

Cuando éramos niños



                Cuando éramos niños confiábamos en que el paso de los años nos ayudase a comprender lo que decían nuestros mayores; ahora que vamos creciendo, nos damos cuenta de que todo sigue siendo como cuando éramos niños. Para los que sigáis siendo niños: cuando seáis mayores lo comprenderéis.

                 Las peleas siguen presentes, discusiones fueras de lugar, voces, gritos y hasta golpes si te encuentras con el descerebrado de turno. Los motivos, eso sí, han cambiado desde nuestra niñez. No os dejéis engañar niños, la igualdad solo existe como una idea utópica, en la cabeza de unos cuantos entusiastas, entre los que me incluyo, y a la que hasta ahora no hemos sido capaces de llegar. Los  mayores también siguen empeñados en buscar diferencias, en lugar de parecidos (¡qué daño han hecho los pasatiempos de las revistas!). Xenofobia, bajo cualquier forma: negros, gitanos, rumanos,…; discriminación a la mujer, y un maltrato que no termina de desaparecer; y rechazo, adversidad, y en algunos casos odio, hacia una religión que no es la propia. Y, junto a estas tres, una nueva forma de discriminación emergente: el dinero. Los valores morales, la valía de una persona ya no se mide por sus cualidades, sino por sus «cantidades». Valentía, justicia, humildad, amor, amistad,… fueron sustituidas por los símbolos del dólar ($) y el euro (€). «Dime cuánto tienes y te diré quién eres», podría escribirse como lema de la actualidad. Y no, no es cuestión de perspectiva, estamos en una sociedad capitalista, con sus pros y contras, pero es un hecho.

                Niños, ¿veis las cajas de lápices de madera y cera con la que dais color y forma sobre el papel a vuestras ideas y pensamientos? Disfrutadlas todo lo que podáis. La mayoría de la gente olvida que existen multitud de colores con los que dibujar el mundo y a las personas. Los mayores solo necesitan tres colores. ¿Sólo tres? Sí chicos, solamente tres. El gris, quizá en alguna escala que les ayude a distinguir formas, para el mundo, y para las personas, el rojo y el azul. ¿Por qué estos dos colores? Porque los mayores no perdonan, por mucho que os digan, por activa o pasiva, que debéis hacerlo. El rencor sigue presente en nuestro día a día, nadie olvida ni supera lo pasado. Y es que, hubo en España una guerra. No peguéis a vuestro hermano, os repiten sin cesar, que hermanos hay pocos y hay que quererlos y cuidar de ellos. Pero ellos mataron a sus «hermanos» por diferencias políticas. No, yo tampoco les entiendo, pero no me dejan hablar de aquella guerra porque no la viví (¡cómo si esto fuese un argumento!), así que callaré. ¿Y sabéis que es lo peor? Que aun hoy veréis adolescentes, de no más de quince años, que defienden con el corazón en mano alguno de los dos bandos (los medios de información se encargan de mostrar el bipartidismo, como si no hubiese más opciones), convencidos de lo que defienden, pero muy faltos de argumentos. Es una pena que los rencores sigan presentes, he visto odio y fanatismo en chicos donde debería haber apertura mental y ganas de conocer cosas nuevas. ¡Abran sus mentes! Y no un mandato, sino una desesperada petición.

                La gente os pedirá a gritos, pensando que un tono más alto dotará de mayor convicción a sus “argumentos”, que les comprendáis, que es su opinión (¡cómo si por sí sola bastase!) y que intentéis poneros en su lugar. Sin embargo, nunca se situarán en el vuestro, no perderán el menor tiempo en escucharos y, después de disimular que lo hacen, reafirmarán que no piensan como tú, aunque no sabrán decir por qué. Al menos estamos de acuerdo en que no estamos de acuerdo, concluirán en tono simpático, con esa sonrisa falsa que les ha hecho olvidar qué es la felicidad.

                Quizá la única verdad sea que no hay solo una verdad, pero no lo sé. Aunque sí creo que va siendo hora de desengañarse, que buena falta nos hace. ¡No valemos lo mismo! En cada elección se encargan de recordárnoslo con un sistema «democrático» en el que el voto de una persona depende de varias operaciones matemáticas (que no me detendré a explicar aquí, pero sobre las que es fácil encontrar información, y hasta comprenderlas; incluso en el descanso de un partido de fútbol, por no molestaros mucho). Por favor, que algunos no somos tontos: una persona, un voto. Déjense de tretas. Tampoco en religión hay una verdad, quizá sea donde esta idea se nos muestra con mayor claridad y donde menos se vea. ¿No se dan cuenta, aquellos que con tanta devoción siguen y afirman que su religión es la única y verdadera, de que es solamente por azar por lo que creen en ella? Uno no elige las cosas en las que creer, ellas te eligen a ti. Saben, o si no ya es hora de que se lo planteen, que si hubiesen nacido en otro país, ciudad y momento de la historia, profesarían una religión diferente, tal vez ninguna. Así que piensen esto y relájense un poco antes de vociferar a diestro y siniestro rotundas afirmaciones sobre su dios que solo consiguen crear más conflicto. El azar duele más, la predestinación y el miedo a la muerte nos pueden, pero es lo que hay. Volvamos a aplicar lo mismo en términos de política. Quizá esta sea una de esas pequeñas verdades a las que me refería al inicio: nadie gana en política, todos perdemos en cada elección. ¿Por qué? Porque se callan las voces de los votantes de los partidos minoritarios, perdemos diversidad de opiniones que puedan dar lugar a una vuelta de tuerca en el panorama político de nuestro país. ¿Tampoco se percatan de esto?

                ¡Ah! Y no esperen que la gente salga a la calle para luchar por lo que cree que le pertenece, las huelgas están mal vistas, y si son generales más. Eso sí, luego nadie quita la mano cuando vienen las mejoras, somos así. «Aquí solo se saldrá cuando se vuelva a ganar un mundial» como dice una canción.

                Y termino con unas palabras de León de Arroyal en Oración apologética en defensa del estado floreciente de España, porque quizá las cosas no han cambiado tanto desde el siglo XIX:

                ¡Feliz España! ¡Feliz patria mía, que así consigues distinguirte de todas las naciones del mundo! ¡Feliz tú, que cerrando las orejas a las cavilaciones de los filósofos sólo las abres a los sabios sofismas de tus doctrinas! ¡Feliz tú, que contenta con tu estado no envidias al ajeno y, acostumbrada a no gobernar a nadie, obedeces a todos! ¡Feliz tú, que sabes conocer la preciosidad de una corroída ejecutoria, prefiriéndola al mérito y a la virtud! ¡Feliz tú, que has sabido descubrir que la virtud y el mérito estaba encolado a los hidalgos y que es imposible de encontrar en quien no haya tenido una abuela con don! Sigue, sigue esta ilustración y prosperidad, para ser como eres, el non plus ultra del fanatismo de los siglos. Desprecia como hasta aquí las hablillas de los extranjeros envidiosos; abomina sus máximas turbulentas; condena sus opiniones libres; prohíbe sus libros que no han pasado por la tabla santa y duerme descansada al agradable arrullo de los silbidos con que se mofan de ti. Haya pan y haya toros, y más que no haya otra cosa. Gobierno ilustrado, pan y toros pide el pueblo. Pan y toros es comidilla de España. Pan y toros debes proporcionarla para hacer en los demás cuanto se te antoje in secula securolum. Amén.


León de Arroyal