16 de noviembre de 2012

La gente

              La gente habla, opina, y sobre todo verborrea, la mayoría de veces sin argumentos, imposibilitando el diálogo, cerrados en sus pensamientos y sin intención de expandir horizontes, cayendo en un relativismo de opiniones que no nos llevará a buen puerto. Además, la gente no escucha, ¡total para qué!. Y, no conformes con eso, te invitan a dejar de hacerlo cuando elevan su tono de voz a niveles pavarottianos. La gente no lee, se les está olvidando. Escribir y hablar correctamente han dejado de ser importantes, se han subyugado a una mera intercomprensión comunicativa a través de algo que cada vez más se separa de lo que entendemos por lenguaje. Una vez más, no contentos con hacer gala de su manifiesta ignorancia, se mofan de los vocablos (que tan extraños les parecen) adecuadamente empleados en la situación precisa, el momento oportuno.

                La gente el 12 de octubre salió a la calle, a celebrar el día de la hispanidad, orgullosos aún hoy de lo que sucedió en América. Una de las mayores transformaciones de la realidad contadas en escuelas e institutos. Lo que allí hizo el pueblo español fue inhumano, y me enerva el tan repetido comentario de que deberían que darnos las gracias porque sino seguirían subidos en los árboles, ¡encima! Matamos su cultura, les imponemos la religión, aniquilamos sus esperanzas y sueños, haciéndolos formar parte del modelo de hombre occidental, y sumando a todo ello un terrible genocidio. ¡Menuda vergüenza! La misma que me produce ver lo está sucediendo en África, donde los países occidentales obligan, porque no se trata de una ayuda gratuita, a que se adopte su modelo de hombre a cambio de unos pocos alimentos que no les sirven apenas. Dejen de pensar en la labor de la Iglesia, porque la caridad es al precio de la aceptación de una religión, de la evangelización de esas “pobres ovejas descarriadas” que no han conocido a Dios. ¡Oh, qué lástima! Pero no es la lástima la que otorga dignidad a las personas sobre las que recae.

                La gente busca culpables lejanos de sus problemas más próximos, porque ¿cómo voy a ser yo culpable de lo que me pasa? La gente teme tanto miedo a vivir su propia vida que decide entrometerse en las ajenas. Su proyecto de vida ha quedado reducido a una torpe supervivencia, incapaces de hacerse cargo de sus posibilidades, cobardes.

                La gente se queda en lo superficial, en los hechos, en el fino y delicado papel cebolla que conforma la cotidianeidad del día a día, convencidos de que no pueden rasgarlo y mirar dentro, perdiéndose el gran espectáculo de vida que está teniendo lugar ahí abajo. La gente se queja de todo, se queja de la crisis (que no cambiará mientras al neoliberalismo solo le preocupe la validez de su teoría, sin importarle la práctica, y, siento deciros, que funciona teóricamente), de los políticos, de que no pueden hacer nada, dando palos de ciego. Sin darse cuenta de que se golpean unos a otros, desconocedores de su enorme poder dentro de un sistema democrático, por mucho que éste huela a podredumbre en algunos aspectos. Y la gente hace esto con el mando a distancia en la mano, cetro de poder, guillotina de mentes, contemplando telebasura, que todos conocemos y no merece la pena citar, y malgastando su tiempo, el poco que tienen todavía para hacer de sus vidas algo de provecho.

                Hablo de la gente, las personas, cada cual en su individualidad, son otra cosa. Vuelve, Diógenes, y ayúdame a encontrarlas.

6 de noviembre de 2012

Hojas secas


                    El frío arreciaba aquella tarde otoño en una ciudad perdida de un país desconocido. El abrigo era imprescindible, el gorro innecesario, las botas de agua y el paraguas de los más precavidos resultaban una carga, pues las nubes habían dado una tregua. El sol se asomaba intermitente entre ellas, tímido, asustado de las nuevas caras que iba a conocer.

                Dos de aquellos rostros anónimos nos pertenecían, eran los nuestros, cálidas máscaras que escondían secretos inconfesables. Caminábamos despacio, desacompasados, disfrutando más del paisaje que de la compañía. Nunca fuimos de agarrarnos de la mano, temíamos hacer efectivo el vínculo físico que delatase aquel extraño sentimiento que nos unía, nos asustaba reconocer que dependíamos el uno de otro, que nos necesitábamos. Tú siempre fuiste mi Penélope, yo intenté volver como Ulises, fallando en cada nuevo embiste. Te adelantaste hasta un banco que nos observaba desde lo alto, te sentaste en él y comenzaste a descalzarte. De ello me di cuenta después de algunos minutos, cuando mis pensamientos volvieron sobre ti. Permanecí estático, guardado una distancia precavida y oportuna para dejarte ser, para que me deleitases con alguna nueva extravagancia hasta entonces desconocida.

                    No dejas de sorprenderme. Nos vamos conociendo.

                  Desnudaste tus pies, desafiando al gélido aire, despojándolos de los calcetines que durante el ese día serían su hogar. Desconocía tus intenciones. Lentamente volviste a retomar tu posición erguida, apoyando tu cuerpo sobre aquellos dos pilares indefensos, dirigiéndote hacia la alfombra de hojas secas que cubría el suelo de tierra. Comenzaste a pisar suavemente, con una delicadeza de la que solo tú haces gala. Te volviste hacia mí, sabedora de que eran mis ojos los que te observaban, y dijiste:

  • Esta mezcla de sensaciones, la insignificancia que siento ante la grandeza del sol, y las hojas muertas resquebrajándose bajo mis pies, poniendo banda sonora a mi vida, me desconcierta a la vez que me hace feliz. Me siento pequeña, necesitada de un abrazo, pero, al mismo tiempo, me veo con la fuerza y seguridad necesarias para conseguir cualquier cosa que me proponga. Se aúnan en mí el sentimiento de que te quiero y de que ya no me haces falta.

2 de noviembre de 2012

Negativo de otoño


                   Aquel peculiar camino daba a su fin, el sendero moría a la orilla del río que a duras penas tenía el valor de fluir por su cauce, sintiéndose en la obligación de hacerlo, aunque contrariamente a su voluntad. Se detuvieron ante él, contemplando las pequeñas rocas que salpicaban el agua, dibujando una posibilidad de pasar al otro lado.

                Ella miraba hacia el suelo, incapaz de erguir la cabeza a causa del sentimiento de culpabilidad inculcado por una sociedad que no aceptaba aquellos encuentros, conocedora de que sus torpes pies no podrían sortear con pleno acierto aquellos obstáculos en forma de piedra. Él, que se percató de su inseguridad, le tendió la mano de manera amistosa, obteniendo como respuesta inicial varios pasos de retroceso por parte de ella. La miró a los ojos, observando en ellos el reflejo de la tierra mojada en la que el exceso de agua no permitía que la vida floreciese, y buscó una solución. Fortuitamente, se topó con una pequeña rama que recogió y ofreció a ella. Se rompió así el miedo, la invisible fortaleza que se había erigido entre ambos, y el torcido palo ejerció de puente levadizo, conectando dos mundos diferentes, hasta entonces aislados.

                Solventando el riachuelo, las manos de ambos se aferraban con fuerza a cada uno de los extremos de esa nueva extremidad común. Lentamente, ante la atenta mirada de ella, en la que se dejaba ver un tenue atisbo de impaciencia, la mano derecha de él se deslizó hacia el lado hasta entonces prohibido, aferrándose al contorno de unos finos dedos que en ese momento ocultaban todo el amor que ella había guardado.

29 de octubre de 2012

¿Arte?

Arte es morir en tu boca, beber de tus ojos, sentir tus susurros acariciando mi espalda. Morir entre tus manos, llorar tus silencios, llevarte conmigo, perderme en tus piernas, traerte de vuelta. Arte es pensar que me sueñas todas las noches, que me lleves contigo y no aceptes reproches. 

Déjame pensar que hace tiempo conseguí olvidarte, que he sido fuerte para no esperarte diariamente en aquel banco anónimo donde nunca nos conocimos por primera vez. Permíteme inventar nuestros lugares secretos, seleccionar al azar, en una calle perdida, cuál fue el curioso árbol que nos protegía de las miradas indiscretas en nuestro primer beso. 

Pero no me sueltes, no dejes de abrazarme si no quieres ver cómo me lanzo al vació desde el primer alocado pensamiento que se cruce en mi camino. Ni se te ocurra alentar a tus labios para que pronuncien un "te quiero", a falta de una mejor idea que me deshaga en recuerdos, sin esperar que guarde fuerzas para negarte que yo también siento lo mismo. 

Ese esfuerzo es lo último que me queda.

26 de octubre de 2012

Buenas noches


Lloran en mí las ganas de besarte, se desplazan por mi cuerpo en forma de un oleaje de estremecimientos, prohibiéndome sentir, arrojándome al vacío de la seguridad imaginada por mi incertidumbre. Se desvanecen los miedos solo cuando afloran en mis ojos, apagando la luz que les caracteriza, marchitando el sabor de mis labios, humedeciendo las yemas de mis dedos, que te sienten cerca de nuevo. Estruendosos y efímeros pensamientos atraviesan y me parten en dos el alma, me desgarran la piel con cuidado para que nadie más pueda apreciarlo. Todos y cada uno de los recuerdos tatuados en los más recónditos rincones de mi cuerpo duelen como el primer día, obligándome a romper en mil pedazos las esperanzas depositadas en el futuro. Me reconozco en el suelo mojado de las calles de Granada, que sin pena ni gloria aguantan uno a uno los  embistes de unas gotas de agua que no eligieron ser lanzadas.

Confío en salir corriendo, huir, por miedo, por cautela, o por cualquier excusa que encuentre en este estúpido momento en el que solo tengo claro que quiero evaporarme, desvanecerme, y conmigo todos vuestros recuerdos.

24 de septiembre de 2012

Obligado a nacer


                 No me apetece salir. Lo siento mamá, pero estoy muy cómodo aquí, no necesito nada más. Me asusta lo que me espera ahí fuera, estoy aterrorizado con lo que estáis haciendo. Sé que ahora mismo, dentro de ti, estoy indefenso, sí, pero invulnerable. Pero es que yo no elegí nacer, nadie me preguntó si quería existir. Y vosotros ya decidís por mí, habláis del derecho a la vida como uno de los más importantes, fijando a diestro y siniestro, o más bien, a tontas y a locas, un punto en el que afirmar rotundamente que ya soy persona. Entonces podréis asignarme una serie de derechos y obligaciones que no me parecen más que un castigo, el precio a pagar por nacer. El tiempo, ese que soñáis con poseer y al que algún día acabaréis poniéndole precio, almacenándolo en bancos, me empuja desesperadamente hacia el mundo, está ansioso por llevarme a vuestro lado, por empezar a verme morir.

                No te alegres, mamá, cuando sientas esas pataditas que tan a la desesperada propino, ¿acaso no ves que intento llamarte la atención para que no permitas que nos separen? Me muevo, no puedo estar quieto, busco el rincón más alejado de esa realidad que me espera, me acurruco cabizbajo mirando el cordón que me rodea, pensando en cometer una locura. No quiero ser como vosotros. Aunque sé que no me dejaréis escapar.

                Es solo que no tengo incentivos, nada me llama la atención. Habéis destrozado la política, el bipartidismo se alza como un poderoso y devastador coloso que destroza cualquier alternativa que sale a su encuentro. Ilusos, seguís pensando que vuestra representación como ciudadanos se halla en el Congreso de los Diputados. Pero allí cada uno representa a su familia, a los intereses de una cada vez más corrupta clase política que ve como el pueblo empieza a pasar hambre y no hace nada por remediarlo. ¿Esos son quiénes os representan? Pero os da igual, a la religión como opio del pueblo, se ha sumado el fútbol, llamándoos constantemente a la resignación, a no combatir por lo que, esta vez sí, POR DERECHO, os pertenece. Asimismo os da consuelo con vuestros problemas, os mantiene callados. Las preguntas son demasiado incómodas.

                Temo también, mamá, que me inculquéis esa doble moral que parece que os dé vida. Os desgañitáis, alzáis los puños al aire (esas pocas veces que lo hacéis) por las desgracias que ocurren en vuestro país, asesinatos de terroristas, un padre que quema a sus dos hijos, víctimas del maltrato, y una larga lista que bien sabrás. Al principio pensé que moríais por aquellos actos demenciales, y pensé que esa pizca de amor podría ser suficiente para salir a luchar al mundo. Mi gozo en un pozo, como dice abuela, al ver que poco, o más bien nada, os importaba que niños, de unos pocos meses más que yo, muriesen cada día por no poder alimentarse. Miráis a otro lado con los asesinatos, bombardeos y guerras en las que metéis las narices sin que nadie os haya llamado, llamando efectos colaterales a las víctimas de vuestra insensatez. Aunque bueno, quizá lo entienda, no es vuestra culpa, unos tienen que morir para que otros podáis sobrevivir. Y es que esto, mamá, no es vida. 

6 de septiembre de 2012

Tiempo al tiempo


                Hagamos gala una vez más de nuestra vergonzosa impasividad ante lo que nos rodea, nos irrita y nos hace sentir, aunque solo sea de vez en cuando. Dejémosle. Permitamos que el tiempo cure nuestras heridas, ponga fin y tal vez solución, en mayor o menor grado de satisfacción, a los problemas que nos atormentan cada día. Lo hará, y con mucho gusto, no os preocupéis.

                Recurramos a él, sin demora, sin miedo, aunque sea éste quien nos conduzca a aquél. Concedámonos el privilegio de fallar una vez tras otra, sin pararnos a pensar lo que nos hace caer. El tiempo terminará por poner a cada uno en su lugar, o al menos esos piensan quienes envidian el éxito conseguido de manera sencilla, mientras ellos saben de buena mano que nunca estarán tan cerca.

                Curioso comodín, el as en la manga del jugador sentado frente a Cupido, en la misma mesa, partícipes de una única partida. Nosotros, conocedores de su más que segura victoria, apostamos todo a su favor, encomendándonos a él para que cierre las heridas que darían un vuelco a nuestras vidas si fuésemos capaz de cicatrizarlas por nosotros mismos, si de verdad nos enfrentásemos a su dolor, superándolo, y no conformándonos con esperar a que desaparezca. Del otro lado, haciendo gala de su totipotencia, nos hace perdonar lo imperdonable, maquillando aquellas decisiones que no tomamos, esas que nos hacen torturarnos cada noche, justo cuando creemos vencer al tiempo un día más.

                Mientras tanto, se ríe de nosotros, jugando con nuestra mente, simulando que se deja captar por conceptos como presente, pasado y futuro. Y así, creemos vivir el presente, en un absurdo y hedonista carpe diem, inventando un futuro incierto, más similar al cuento de la lechera que al que realmente se abre ante nuestras narices y nos negamos a ver. Sin darnos cuenta de que vivimos en un continuo pasado, tratando de atrapar con una red para cazar mariposas un presente que se nos escapa irremediablemente, construyéndonos un futuro que dista mucho del que nos presentaron cuando éramos niños.

25 de agosto de 2012

Microrrelatos



  • No me gustan las personas que ocultan su verdadera personalidad detrás de un falso disfraz – le dijo, al tiempo que sostenía con su mano derecha aquella bonita máscara veneciana.

*

                Creo que el motivo por el que te quiero tanto es que aún no nos hemos conocido. Somos tan ajenos el uno del otro que nada nos impide amarnos.

*

                Le acusaron de ser excesivamente racional, de buscarle una lógica a todo lo que hacía o le ocurría en su día a día. Él, mientras tanto, seguía enamorado.

*

  • ¿Cómo desaparecen los miedos cuando las sábanas ya no son suficientes? – me preguntó mi nieto de seis años. Yo, sorprendido, no pude hacer otra cosa que encogerme de hombros. Sigo haciéndome la misma pregunta.

*

                Solo cuando el gato negro que veía cada mañana rompió el espejo, acabó su mala suerte. Él nunca fue supersticioso.

*

                Después de algún tiempo, el justo para olvidar a qué había venido, abandonó su posición arrodillada. No recordaba su pecado y, a duras penas, dilucidaba la promesa que acababa de hacer. Así pues, confió en que aquellas monedas que le sobraron del cine en la noche anterior fueran suficientes para ayudarle a cumplir lo prometido. La luz que se encendió en aquella vela de plástico le fue suficiente para regresar tranquilo a casa.

21 de agosto de 2012

Diente de león


                 Me siento diminuto, ¿pero es que acaso hay otras alternativas? Sí, claro que las hay, yo también puedo verlas, aunque he de reconocer que cada vez me cuesta más comprenderlas. Me niego a entender que puedan superar tan fácilmente la insignificancia de nuestra existencia, de nuestras vidas fuera de esta pequeña esfera que se creó por casualidad hace unos cuantos billones de años. Por mucho que nos duela, a unos más que a otros, y a pesar de que intentemos justificar nuestra presencia en el mundo, somos noventa y nueve por ciento azar; siendo muy optimistas. ¿Cómo vivir con ello? Lo olvidas, es lo sencillo, lo que solemos hacer con los grandes problemas a los que nos toca enfrentarnos cada día. Pero, ¿qué pasa cuando no decides? ¿Qué ocurre cuando las mismas preguntas te superan una y otra vez, sin poder quitarlas de tu cabeza? ¿Cómo conseguís vivir con ellas?

                Enseñadme, por favor; aunque tampoco sé si quiero saberlo realmente. Probablemente la mayoría viva a pesar de ellas, algo más parecido a la supervivencia. Conformándose con no estropearlo demasiado, manteniendo el equilibrio como buenamente se puede, impulsados torpemente por ese maniqueísmo que se nos ha inculcado desde pequeños. Sin embargo, nadie se salva del paso del tiempo, todos crecemos, nos damos cuenta de que la gradación entre el bien y el mal que nos vendieron es demasiado grande como para pasarla por alto. ¿Y ahora qué? ¿Nos limitamos a la reducción de daños y la optimización de beneficios? Ojala fuese tan simple, pero entran en juego nuestros intereses, emociones, las necesidades más básicas que nos hacen seguir siendo humanos.

                Ahora bien, ¿da lo mismo? ¿Tiene el mismo valor la misma acción realizada por convencimiento que cuando se hace esperando un reconocimiento posterior? ¿Deja una buena acción de serlo cuando entra en juego la vanidad, el orgullo de quien la lleva a cabo? ¿Cómo se vencen estas contradicciones? Hoy no tengo respuestas, ni me apetece seguir planteando preguntas.

                Solo quiero volver a donde sea, cualquier sitio donde el viento, embistiendo mi cuerpo, o los rayos del sol, golpeando sin compasión mi cara, me recuerden que a veces sentir es lo único por lo que vale la pena estar vivo. Me apetece arrancar el diente de león de la planta a la que se halla sujeto, alejarle de su hogar para siempre. Me gustaría ver si consigue comprender entonces cómo me siento a veces, cuando la peor soledad es tener a alguien demasiado cerca y sabe que te encuentras en un punto de inflexión donde vuestros caminos se separan. Llegado ese momento, reconociendo mi derrota ante su imposibilidad de responderme, y solo en ese instante, soplaré con la fuerza de mi último abrazo, ese que nunca llegaremos a darnos, con las ganas de besarte que durante todo este tiempo me he guardado, y con la ilusión de un corazón preso que acaba de ser absuelto. Y  ese… ese será mi último intento para que desaparezcas de mi vida, para sacarte de mi mente.




19 de agosto de 2012

Punto final...


                 Hoy te necesito en mi cama, o en la tuya, no me importa. Quizá por eso te he llamado, o lo has hecho tú, ya no me acuerdo. La verdad es que lo echaba de menos, sí a ti también. Hemos alcanzado un nivel de confianza que muchos quisieran, sin rodeos, directos, bailando en la cuerda que se tambaleaba en el precipicio. No nos pasemos, sin estropearlo. Pero lo que realmente añoraba era sentirme querido, necesitaba un momento así; bueno, necesitaba muchos. Poco importa lo que sentimos el uno por el otro, poco importa que ni siquiera sintamos, que solo queramos no estar solos. Una suerte habernos encontrado, otra vez, por primera vez. Qué raro que hayamos cedido los dos, que nos entendiésemos, no me esperaba tanta facilidad en nuestro nunca pactado acuerdo. Tú pagabas mi sexo con cariño, yo pagaba tu cariño con sexo. ¿O fue al revés? Quizás a veces, tal vez siempre, no me acuerdo, y ya poco importa.

                Era genial cerrar la puerta y con ella, alguna que otra vez, los problemas, olvidarlos por unas horas. Fue bonito jugar a querernos, interpretar el papel olvidado de pareja perfecta, sentirnos deseados por unas horas. Todo sencillo, tal vez demasiado, tanto que de haber durando más habríamos roto el equilibrio. Sin tiempo siquiera para empezar a discutir, nuestros labios solo se movían para besarnos o para contarnos nuestros sueños e inquietudes, esos que nos mantenían a duras penas con vida.

                Así sucedió, rápido, tan fugaz que a ninguno de los dos nos dio tiempo de arrepentirnos. Y a la vez, lento, tan paulatinamente que me dio tiempo a dibujarte en mi cabeza, a grabar minuciosamente cada parte de cuerpo, a memorizar cada uno de tus secretos. Ahora podré imaginarte desnuda, a mi antojo, siento no haberte pedido permiso, pero no podrías haber hecho nada para evitarlo. Te tengo a mi disposición, puedo recordarte, recordarnos, sin tenerte a mi lado. Es lo mejor para todos.


“Que cuando estás desnuda estás vestida de mujer”

25 de julio de 2012

Apología del lenguaje


                 Una vez más lo hemos vuelto a hacer. Nosotros, malditos inconformistas, no contentos con decantar la balanza hacia un lado, el de la comodidad, como viene siendo habitual, sobrecargamos el plato, corriendo el riesgo de una ruptura inmediata. No bastaba con tirar del péndulo hacia nosotros, hemos tenido que hacerlo con tanta fuerza que ahora corremos el riesgo de que nos golpee. Estamos haciendo del lenguaje un mero instrumento a nuestro servicio, sometido completamente a los intereses particulares de cada cual, entre los que no tienen cabida ninguno que no implique una devaluación del lenguaje mismo. Reduccionista empresa la nuestra.

            Hemos entrado en la época del “Tú me has entendido”, que justifica cualquier déficit lingüístico y sustituye al “No me sé explicar”, que sería mucho más consecuente con la realidad. Demasiado espacio para la libre interpretación de aquello que intentamos comunicar, quizá porque así podemos culpar al otro de no haber comprendido nada, eximiéndonos nosotros. Somos demasiado vagos para esforzarnos en buscar las palabras que realmente se corresponden a nuestros pensamientos y, no contentos con esto, nos mofamos de aquel que emplea términos extraños a nuestros ensordecidos oídos. ¿Acaso podemos pensar algo fuera de nuestro lenguaje? Hubo quien señaló que los límites del lenguaje de una persona son los límites de su mundo. Quizá ello explique el creciente egocentrismo y egolatría de muchos, pues no me es difícil imaginar que puedan reinar en mundos tan pequeños.

            Una de las mayores pérdidas, en esta maltrecha descompensación de la balanza, es lo que buscaba poner de manifiesto, aunque no sea más que mediante un torpe intento, en el comienzo del artículo. Me refiero a la función estética del lenguaje, a la creación de belleza mediante y en el mismo lenguaje, haciendo de éste un fin en sí mismo. Escribir para la escritura, y no solo a través de ella. Parece que hayamos olvidado, y temo que cada vez estemos más cerca de ello, la fuerza interna que anida en las palabras, su infinita capacidad para hacernos sentir, soñar, para separarnos de la realidad o aferrarnos a ella de la manera más eficaz posible.  Nuestro olvido nos hace vulnerables, pero vivimos en una más que interiorizada apariencia de fortaleza. ¿Vulnerables a qué? A los maltrechos juegos de palabras, eufemismos y mentiras camufladas, con mayor o menor calidad, con los que los políticos, entre otros muchos, aunque éstos sean quiénes más recurren a ellos, nos mantienen ensimismados y nos guían con la docilidad de un animal bien amaestrado. El lenguaje es la correa con la que nos tienen atados, o con la que tratan de atarnos.

            Finalizo esta breve reflexión con un ejemplo de todo lo que estamos destruyendo en nuestros macabros malabares con las palabras. Si no hacemos nada para evitarlo, estamos muy cercanos a la muerte de la mejor combinación de términos jamás hecha, nos hallamos en la última escena que del teatro que es el asesinato de la perfecta unión lingüística, la única capaz de guiñar un ojo a la adversidad, por grande que ésta sea, y mantenernos unidos frente a ella. El «Te quiero» está perdiendo fuerzas, se vacía poco a poco, lo hemos usado tanto y con tan poco sentido que se ha desgastado. No nos engañemos, no se puede querer tanto como parecemos demostrar cuando empleamos la expresión. Hemos querido tanto que ya queremos cualquier cosa, y no sabemos cómo conseguir que entienda nuestro «Te quiero» aquel que de verdad nos importa.

            Así pues, pensemos lo que vamos a decir, digamos lo que pensamos y, ante la duda, un silencio siempre será un preciado tesoro.
            

21 de julio de 2012

Abrazo


Abrazo

«Sirve para decir “Te quiero”
sin palabras.»

Gloria Fuertes


  • No me sueltes. No dejes de abrazarme, siento que si tus brazos se despegan de mi cuerpo caeré al vacío. Y no es que tenga miedo, es solo que estoy seguro de que no habrá otros brazos que me protejan como los tuyos. Tienen la fuerza justa para sostener toda mi inseguridad, así como la capacidad para impulsar todos mis sueños. Abrázame como si fuese la última vez que fueses a hacerlo.
  •  Me gusta pensar que cada abrazo va a ser el último. De hecho estoy segura de que no te he dado aún ningún abrazo nuevo.
  • Un… ¿«abrazo nuevo»? ¿Cómo es eso?
  • Déjame explicártelo. Siento que solo estoy recuperando todos aquellos abrazos que nunca te di. Y temo que, cuando empiece a darte los nuevos, ya no me quieras.
  • Yo te quiero, te voy a querer siempre.
  • ¡Chist! Calla. No lo estropees. Lo mejor de todo esto es no saber cuándo acabará, o si terminará algún día.


                 Esta vez no hubo beso, hacía mucho que los besos se perdieron en otros cuerpos. Los dos sabían que todo era una farsa, pero les gustaba interpretar papeles del pasado; no habría mejores actores que ellos mismos para repasar los errores cometidos, callarlos y no reprochárselos nunca al otro. Ambos eran igualmente culpables, condenados a fingir que se querían porque temían seguir adelante. Era demasiado cómodo no mover ni un dedo, limitarse a leer sus papeles, sin importar su libertad de cambiar todas y cada una de las frases que en ellos aparecían. ¿Qué más daba todo? ¿Cuál era la relevancia de sus actos? Uno no sabe qué quiere, nunca puede saberlo, y, cuando se acerca a la respuesta, ya es demasiado tarde: simplemente se le has escapado. La vida pasa por delante de nuestros ojos como una película, cuando queremos cambiar el guión ya lo hemos interpretado.

18 de julio de 2012

Aurora


                 Abro el Diccionario estrafalario de Gloria Fuertes y, después de una maravillosa carta de presentación que la autora hace de su propio libro, me encuentro con la ilustración de una “A” gigantesca, muy bien acompañada de un breve texto lírico, y algunos dibujos, que dice así:

«A es para Aurora.
Aurora la niña Aurora
Hace un postre en una hora.
Aurorita abizcochada,
Absorta y acalorada,
Acaramela el pastel.
¿Gusta usted?»

            No estoy por dármelas de interesante, no pensé en el Aurora de Nietzsche, quizá porque todavía no soy filósofo del todo. Me acordé de ella y, todo hay que decirlo, de aquellos alocados pelos y su sonrisa, que hacía que los ojos se le rasgaran levemente.

            Desconozco los motivos, pero suela imaginarla sentada, con las manos posadas en sus piernas, con la impresión de que está relajada, tranquila, aunque sus dedos no paran de moverse, jugueteando unos con otros. Allí, dando la impresión de que el orden rige su presencia, lo observa todo, tal vez sea deformación profesional, le queda poco para acabar psicología, o tal vez sea una curiosidad innata que hace que sus ojos correteen por el paisaje sin detenerse más de dos segundos sobre nada de lo que le rodea. Psicóloga o no, siempre se le ha dado bien eso de escuchar, aunque su interlocutor sea persona de pocas palabras. Además, es fácil hacerla reír. Y cuando ríe, Aurora es más aurora que nunca, es luz que precede a la alegría que tiene dentro y de la que a veces se olvida, es hermosura en el rostro y, por ende, del alma, pues dicen de aquél que no es más que un reflejo de ésta.

            Así que atentos, observen a su alrededor y si ven a Aurora párense un momento, dejen de hacer lo que sea que estén haciendo, pues Aurora es la luz, es el comienzo de algo bueno,  es la antesala a la salida del sol.



17 de julio de 2012

En el espejo

Me quedaría callado, disfrutando del silencio que me ofrecen tus labios, cerrando tus ojos con mis dedos. Te contemplaría sobre la almohada, como lo hago ahora, porque me prometí escribir algo escuchando esta canción y tú eres la mejor ventana para mis palabras. Será que valoro demasiado los silencios, será que me siento como si soñara despierto. Uno a uno, despacito, por tu cuerpo, tapando tus lunares con mi boca. Pero solo digo tonterías, una tras otra, advirtiendo cómo te ríes con cada una de ellas, siendo feliz de ser tan tonto. Imaginando abrazos, recordando sueños y acariciando en el aire las curvas de tu cuerpo ausente. Retomando sensaciones, reencontrándome, recuperándote.

24 de junio de 2012

Doble o nada


                 «Querido futuro yo:

                ¿Qué es de ti? ¿Cómo te va todo? Espero que bien, por aquí las cosas siguen igual, aunque eso ya lo sabes. Hace tiempo que me pregunto si habrás cambiado mucho desde como soy ahora, si habrás conseguido todo aquello que me estoy proponiendo, si habrás conseguido superar todos estos miedos con los que yo hoy no puedo. Espero que te sigan reprochando que has cambiado, es buena señal, no te has quedado estancado; aunque también me aferro a  que sigas manteniendo aquello por lo que la gente te aprecia, bueno, mejor dicho, me parecía ahora.

                ¿Encontraste trabajo? Ahora mismo guardo poca esperanza al respecto, espero que las cosas cambien. ¿Familia? ¿Dónde vives? Sé que habrás madurado, pero no me olvides, también fuiste yo tal y como soy ahora. Me aferro fuertemente a la idea de que no te hayas desviado hacia aquellos prejuicios que todos tienen sobre los filósofos y nuestra a veces pedante actitud. Humildad, humildad, sé que lo eres, pero demuéstralo, no esperes que la gente se dé cuenta de ello como por arte de magia. No seas tan gilipollas, tienes muchas cosas que ofrecer y podrás ganarte alguna que otra sonrisa (espero que esto siga siendo lo que más feliz te hace), no las desperdicies. Tampoco te pases de borde, es un mal escudo protector, te resguarda de personas que pueden aportarte mucho. Sé tú mismo, sin velos ni semitransparencias.

                Confío también en que hayas abandonado esos aires de elitismo y superioridad que muchos me atribuyen, ¡deja de hacer el tonto anda! Ya es hora de mostrar lo que realmente piensas. Exígete coherencia, deja de ser un rompecabezas para todo aquel que trata de conocerte, es importante. No puedes esperar que todo el mundo juegue a adivinar cómo eres. Ya sabrás, pues a mí me lo va pareciendo, que todo esto es demasiado corto, así que déjate llevar. Sentir no es un lujo, es una necesidad.

                ¿Sigues sin llorar? ¡Qué cabezota eres a veces! Ya, ya sé que te cuesta, que nunca ha sido lo tuyo. Espero que a estas alturas hayas encontrado el motivo para no hacerlo, asimismo tengo la esperanza de que hayas conseguido superarlo. Tampoco seas un llorón, no hay que pasarse.

                Permíteme, si no es mucho pedir, ponerme en tu lugar durante algunos minutos, solo necesito echar un vistazo a tu alrededor, escuchar a través de tus oídos. ¡Bah! No me sitúo, es igual. Más te vale haber conservado a tu lado a aquellos a quienes aprecias, a quienes ahora yo tengo cerca. No, no acepto excusas. ¡Tonterías! Las cosas no se estropean y se abandonan a la primera de cambio, ¡no seas flojo! Lucha por aquello que quieres.

                ¿No habrás dejado los libros ni las películas, verdad? ¡Jum! Ya lo veré, pero crucemos los dedos para que no lo hayas hecho. El deporte debe seguir siendo parte de ti, de tu vida, tu principal vía de escape, nunca te ha fallado.

                ¿A qué aspiras? ¿Cuáles son tus nuevos objetivos y metas? Está bien, no seré tan impaciente. Al menos espero que no te hayas olvidado de la principal. ¿Te acuerdas de lo que te dijeron papá y mamá hace ya tiempo? Lo único que quieren es que seas feliz, así que esfuérzate por conseguirlo. Estés donde estés no te olvides de visitarles, a tus hermanos también, hay que cuidar a quienes siempre han estado contigo. Ellos te van a querer pase lo que pase, hagas lo que hagas, seas como seas.

                ¿Sigues siendo un caos amoroso, una entropía constante cuando se habla de sentimientos? Menos pensar y más sentir, que no es tan difícil. Tienes demasiado poco tiempo  para invertirlo en pensamientos inútiles, en vagas suposiciones que solo sirven para alimentar a la imaginación. Ama, haz locuras por ella (quien quiera que sea). Es más sencillo de lo que en tu cabeza parece. Abandona ese miedo al compromiso, las cosas tienen que pasar (sí, las malas también), y si no estás a su lado no te lo perdonarás en la vida.


Un saludo.

Tú hace unos años.»


                Así, por el mero hecho de escribirte, de escribirme, vas desapareciendo, te evaporas de mi futuro, te traigo a mi presente, te hago formar parte de mí, intento ir creciendo, aprendiendo, madurando. Siempre sin dejar de ser un niño, que me lo prometí. Al marcharte evitas que te pregunte sobre mi ahora, ¿qué tengo que hacer? ¿Hice lo correcto? Pero nunca lo sabré.

                Por tanto, seguiré con mis preguntas sin respuestas, luchando contra mis miedos, esforzándome por saber lo que quiero y sabiendo que ya no hay vuelta atrás. De este caso debe surgir el orden, la ilusión y las ganas. Es momento de abandonar el juego azaroso, tocar fijar las reglas y prepararse para ganarlo o dejarse la piel en el intento.

                Doble o nada. Vamos a por todas.

19 de abril de 2012

Cuando éramos niños



                Cuando éramos niños confiábamos en que el paso de los años nos ayudase a comprender lo que decían nuestros mayores; ahora que vamos creciendo, nos damos cuenta de que todo sigue siendo como cuando éramos niños. Para los que sigáis siendo niños: cuando seáis mayores lo comprenderéis.

                 Las peleas siguen presentes, discusiones fueras de lugar, voces, gritos y hasta golpes si te encuentras con el descerebrado de turno. Los motivos, eso sí, han cambiado desde nuestra niñez. No os dejéis engañar niños, la igualdad solo existe como una idea utópica, en la cabeza de unos cuantos entusiastas, entre los que me incluyo, y a la que hasta ahora no hemos sido capaces de llegar. Los  mayores también siguen empeñados en buscar diferencias, en lugar de parecidos (¡qué daño han hecho los pasatiempos de las revistas!). Xenofobia, bajo cualquier forma: negros, gitanos, rumanos,…; discriminación a la mujer, y un maltrato que no termina de desaparecer; y rechazo, adversidad, y en algunos casos odio, hacia una religión que no es la propia. Y, junto a estas tres, una nueva forma de discriminación emergente: el dinero. Los valores morales, la valía de una persona ya no se mide por sus cualidades, sino por sus «cantidades». Valentía, justicia, humildad, amor, amistad,… fueron sustituidas por los símbolos del dólar ($) y el euro (€). «Dime cuánto tienes y te diré quién eres», podría escribirse como lema de la actualidad. Y no, no es cuestión de perspectiva, estamos en una sociedad capitalista, con sus pros y contras, pero es un hecho.

                Niños, ¿veis las cajas de lápices de madera y cera con la que dais color y forma sobre el papel a vuestras ideas y pensamientos? Disfrutadlas todo lo que podáis. La mayoría de la gente olvida que existen multitud de colores con los que dibujar el mundo y a las personas. Los mayores solo necesitan tres colores. ¿Sólo tres? Sí chicos, solamente tres. El gris, quizá en alguna escala que les ayude a distinguir formas, para el mundo, y para las personas, el rojo y el azul. ¿Por qué estos dos colores? Porque los mayores no perdonan, por mucho que os digan, por activa o pasiva, que debéis hacerlo. El rencor sigue presente en nuestro día a día, nadie olvida ni supera lo pasado. Y es que, hubo en España una guerra. No peguéis a vuestro hermano, os repiten sin cesar, que hermanos hay pocos y hay que quererlos y cuidar de ellos. Pero ellos mataron a sus «hermanos» por diferencias políticas. No, yo tampoco les entiendo, pero no me dejan hablar de aquella guerra porque no la viví (¡cómo si esto fuese un argumento!), así que callaré. ¿Y sabéis que es lo peor? Que aun hoy veréis adolescentes, de no más de quince años, que defienden con el corazón en mano alguno de los dos bandos (los medios de información se encargan de mostrar el bipartidismo, como si no hubiese más opciones), convencidos de lo que defienden, pero muy faltos de argumentos. Es una pena que los rencores sigan presentes, he visto odio y fanatismo en chicos donde debería haber apertura mental y ganas de conocer cosas nuevas. ¡Abran sus mentes! Y no un mandato, sino una desesperada petición.

                La gente os pedirá a gritos, pensando que un tono más alto dotará de mayor convicción a sus “argumentos”, que les comprendáis, que es su opinión (¡cómo si por sí sola bastase!) y que intentéis poneros en su lugar. Sin embargo, nunca se situarán en el vuestro, no perderán el menor tiempo en escucharos y, después de disimular que lo hacen, reafirmarán que no piensan como tú, aunque no sabrán decir por qué. Al menos estamos de acuerdo en que no estamos de acuerdo, concluirán en tono simpático, con esa sonrisa falsa que les ha hecho olvidar qué es la felicidad.

                Quizá la única verdad sea que no hay solo una verdad, pero no lo sé. Aunque sí creo que va siendo hora de desengañarse, que buena falta nos hace. ¡No valemos lo mismo! En cada elección se encargan de recordárnoslo con un sistema «democrático» en el que el voto de una persona depende de varias operaciones matemáticas (que no me detendré a explicar aquí, pero sobre las que es fácil encontrar información, y hasta comprenderlas; incluso en el descanso de un partido de fútbol, por no molestaros mucho). Por favor, que algunos no somos tontos: una persona, un voto. Déjense de tretas. Tampoco en religión hay una verdad, quizá sea donde esta idea se nos muestra con mayor claridad y donde menos se vea. ¿No se dan cuenta, aquellos que con tanta devoción siguen y afirman que su religión es la única y verdadera, de que es solamente por azar por lo que creen en ella? Uno no elige las cosas en las que creer, ellas te eligen a ti. Saben, o si no ya es hora de que se lo planteen, que si hubiesen nacido en otro país, ciudad y momento de la historia, profesarían una religión diferente, tal vez ninguna. Así que piensen esto y relájense un poco antes de vociferar a diestro y siniestro rotundas afirmaciones sobre su dios que solo consiguen crear más conflicto. El azar duele más, la predestinación y el miedo a la muerte nos pueden, pero es lo que hay. Volvamos a aplicar lo mismo en términos de política. Quizá esta sea una de esas pequeñas verdades a las que me refería al inicio: nadie gana en política, todos perdemos en cada elección. ¿Por qué? Porque se callan las voces de los votantes de los partidos minoritarios, perdemos diversidad de opiniones que puedan dar lugar a una vuelta de tuerca en el panorama político de nuestro país. ¿Tampoco se percatan de esto?

                ¡Ah! Y no esperen que la gente salga a la calle para luchar por lo que cree que le pertenece, las huelgas están mal vistas, y si son generales más. Eso sí, luego nadie quita la mano cuando vienen las mejoras, somos así. «Aquí solo se saldrá cuando se vuelva a ganar un mundial» como dice una canción.

                Y termino con unas palabras de León de Arroyal en Oración apologética en defensa del estado floreciente de España, porque quizá las cosas no han cambiado tanto desde el siglo XIX:

                ¡Feliz España! ¡Feliz patria mía, que así consigues distinguirte de todas las naciones del mundo! ¡Feliz tú, que cerrando las orejas a las cavilaciones de los filósofos sólo las abres a los sabios sofismas de tus doctrinas! ¡Feliz tú, que contenta con tu estado no envidias al ajeno y, acostumbrada a no gobernar a nadie, obedeces a todos! ¡Feliz tú, que sabes conocer la preciosidad de una corroída ejecutoria, prefiriéndola al mérito y a la virtud! ¡Feliz tú, que has sabido descubrir que la virtud y el mérito estaba encolado a los hidalgos y que es imposible de encontrar en quien no haya tenido una abuela con don! Sigue, sigue esta ilustración y prosperidad, para ser como eres, el non plus ultra del fanatismo de los siglos. Desprecia como hasta aquí las hablillas de los extranjeros envidiosos; abomina sus máximas turbulentas; condena sus opiniones libres; prohíbe sus libros que no han pasado por la tabla santa y duerme descansada al agradable arrullo de los silbidos con que se mofan de ti. Haya pan y haya toros, y más que no haya otra cosa. Gobierno ilustrado, pan y toros pide el pueblo. Pan y toros es comidilla de España. Pan y toros debes proporcionarla para hacer en los demás cuanto se te antoje in secula securolum. Amén.


León de Arroyal

6 de febrero de 2012

Cuenta conmigo


                 "Compañera, usted sabe puede contar conmigo, no hasta dos o hasta diez, sino contar conmigo" – Mario Benedetti.

                La diferencia con Benedetti es que yo sí te invito a que contemos juntos, hasta dos, hasta diez, hasta cansarnos. Contemos hasta perder la cuenta. No sigamos un orden preestablecido, jugueteemos con los números a nuestro antojo, saltemos de uno a otro sin razón o motivo aparente. Correteemos entre ellos hasta encontrarnos cara a cara. Pongamos un número a lo fundamental de nuestra vida, sin olvidar que llegado el momento de la verdad no habrá signo que valga.

                Dicen que TRES son los besos que damos: el primero mágico, el segundo íntimo y el tercero rutina. Sin embargo, recuerdo miles de momentos contigo, millones de instantes fotografiados y archivados minuciosamente en el baúl de mis recuerdos. CINCO es la mitad de los dedos con los que me gusta dibujar paisajes en tu espalda y DOS las palabras que construyen un “te quiero”. DIEZ son los minutos que te añoro tras cada despedida, y QUINIENTAS las noches que Sabina tardaría en olvidarte. Muchos aseguran que UNO es el amor verdadero, el amor de tu vida, y SIETE las vidas que necesitaría para remendar los fallos cometidos contigo. Quizá no lleguen a CUATRO los llantos compartidos, y NUEVE es la mitad de los años con que te conocí. Más de SEIS son los encuentros a escondidas, OCHO los besos robados que te debo.

                Me cansé de buscar números, de encontrarte en las caras ajenas, de olerte en los perfumes callejeros y de oírte en la voz de una ciudad que duerme. No hay manera de medir lo cuánto te echo de menos, el infinito se queda corto si hablo de recuerdos y un abismo se abre ante mí si te pienso. Sin embargo, aun sigo contando los besos que no te he dado.

25 de enero de 2012

Desconéctame


  • Si alguna vez me pasa algo así… ¡Hazlo! No me dejes vivir dependiendo de un montón de máquinas. No soporto imaginarme conectada a todo ese montón de tubos. No aguantaría saber el dolor que os causo y no poder hacer nada para aliviarlo.

                Siempre hablaba con esa jovialidad, para muchos propia de la edad, pero que yo sabía era inherente a su persona. Formaba parte de ella. Había en sus palabras algo que hacía temer lo peor, un presagio que anunciaba un mal venidero. Pero poco le importaba, ella no era de las que cambiaba su forma de ser porque al mundo pudiera enfadarle. Yo no era muy partidario de aquellos comentarios, pero al conocer mi desacuerdo, lo utilizaba en mi contra, para molestarme y reírse de mí. Era magnífica aquella sonrisa que disimulaba y escondía todo el cariño que me tenía, a la vez que dejaba entrever la picaresca de sus intenciones. Me tranquilizaba pensar que nunca perdería la sonrisa, por adversas que fuesen las circunstancias a las que pudiese enfrentarse. Iluso conformismo el mío, pero me consolaba.

                Había pasado ya mucho tiempo desde aquellas palabras que, desconozco el motivo, quedaron grabadas a fuego en mi memoria. Quizá porque hicieron que me pusiese en la más dramática de las situaciones, creando la inseguridad de que se tornasen reales. Así ha sido. Ahora se encuentra tal y como yo he imaginado tantas veces, temerosos de que  pudiese suceder realmente. Aquella imagen me había quitado el sueño en varias ocasiones, y ahora había abandonado los dominios oníricos para cobrar la forma de aquella terrible realidad.

                Me prometí no volver a recordar cómo pudo sucederle a ella, y me he abandonado a la pasividad y comodidad de atribuirlo a la mala fortuna. Seguramente ella insistiría una y otra vez en hacerme ver que así es como tenía que ocurrir, dejando caer el peso de la obligación sobre los matices de sus palabras. Siempre pensó que el destino estaba escrito, y no podíamos cambiarlo, aunque nunca se abandonó a la facilidad de ser una simple receptora de éste, sino que salía a buscarlo, asegurando saber que le depararía cada día. Y yo siempre la miraba con complicidad, esperando ilusamente que algún día, como por arte de magia, cambiase de idea, y me hiciese caso cuando le decía que lo que ella hacía era construir su destino, escribir las líneas del libro de su vida.

                Pero su historia ha quedado en un punto y seguido. La autora ha dejado de escribir, y los médicos apuntan a la imposibilidad de que vuelva a hacerlo. Me hablan de “estado vegetativo” y no sé qué debo hacer en este caso. La responsabilidad del libro inacabado ahora está en mis manos, me he convertido en el lector que puede intervenir en un libro que no es el suyo, soy el autor de dos libros. Mi responsabilidad se ha duplicado, y mis fuerzas han caído hacia límites insospechados. Tengo que tomar la decisión que cerrará y dará por terminado el nuevo libro que ha caído entre mis manos, y a la vez pondrá un punto y aparte en la historia de mi vida. Me veo obligado a elegir entre un punto y final, que supone dejar en la estantería una parte de mí, y unos puntos suspensivos, que hacen que mi nueva adquisición repita su última página hasta que el tiempo decida cuándo debe finalizar, y condene mi relato a una agonía constante, a un trágica monotonía, al abandono de un amor inanimado.

                (Entonces la desconectó, no podría vivir viendo cómo sus dos vidas se apagaban con el tenue suspiro del sufrimiento. «Te quiero», fueron sus últimas palabras. Abrió la ventana y se lanzó. Poniendo punto y final a los dos libros de manera simultánea.)

20 de enero de 2012

Carta a un alumno de 2º Bach


(Con mucho cariño para mi hermana Carmen)

                Estimado alumno de 2º de Bachillerato,
                ¿Cómo te encuentras? Bueno, no hace falta que digas nada, tu cara es un fiel reflejo de la mía en aquel año. Supongo que los nervios, agobios, presión, estrés,… se han ido apoderando poco a poco de ti. Además, contarás con las ya repetitivas advertencias de padres y profesores, que no se cansan de señalarte la dificultad de este curso, que no puedes dormirte ni perder el tiempo en clase. ¡Hay que estar sumamente atento a todo! ¡No hay tiempo que perder! Sé que no soportas sus comentarios, que estás cansado de oírles, pero ten paciencia, solo quieren lo mejor para ti. Ten en cuenta que lleváis ya algunos años juntos, y te han cogido cariño, no les gustaría ver como todo el esfuerzo y trabajo depositados en cada uno de vosotros se esfuma por un despiste.
                Después de las advertencias, y conforme se vaya acercando el final del año, viendo tu progresión, habrá, tanto dentro de tus profesores como en el ambiente familiar, quien se aventure a aconsejarte acerca de tu futuro profesional. Escucha atento los consejos y sugerencias  que te brindan acerca de las carreras que puedes cursar, siempre hay que ser agradecido. Pero no olvides, y este es el principal motivo por el que te escribo, que es una decisión personal y que solo tú debes tomar. Es tu futuro el que está en juego, ellos ya decidieron por donde iría el suyo. Es posible que muchos se equivocasen, y que proyecten en ti sus sueños irrealizados, sus mayores anhelos, que quieran ver en ti lo que ellos nunca lograron porque las circunstancias no se lo permitieron. Habrá también quien te aconseje en función de sus intereses y sus opiniones acerca de qué carrera es mejor que otra. ¡Ay! ¡Qué poco me gustan esas comparaciones! Pensad si debéis sacrificar la carrera que os gusta por aquellas que a otra persona le parece “mejor”, de “mayor categoría”, “más prestigiosa”. (El entrecomillado sólo indica mi desacuerdo ante tales calificaciones).
                Os contaré algo que me pasó hace poco al respecto de esa decisión que todos os veréis obligados a tomar cuando este curso acabe, (para vuestra tranquilidad y descanso). Me sugirieron que evitase que un buen amigo escogiese una carrera y se decantase por otra, pues está en duda entre las dos, y no sabe qué hacer. Sí, ya sé que es lo que os pasará a la mayoría. Su argumento no fue otro que el siguiente: “Quítale esa idea de la cabeza, es una carrera sin salidas.” ¿Qué hice? Callarme y cambiar de conversación.
                ¿Cómo me piden eso? Lo siento, pero no seré yo quien condicione de tal manera el futuro de alguien a quien tengo tanto cariño. No dejes que elijan por ti, sigue tus sueños, tus ilusiones, lucha por aquello en lo que crees, no permitas que el futuro te haga arrepentirte de una decisión que tú no tomaste.
                Un saludo, y todo mi ánimo para lo que te queda.