21 de agosto de 2012

Diente de león


                 Me siento diminuto, ¿pero es que acaso hay otras alternativas? Sí, claro que las hay, yo también puedo verlas, aunque he de reconocer que cada vez me cuesta más comprenderlas. Me niego a entender que puedan superar tan fácilmente la insignificancia de nuestra existencia, de nuestras vidas fuera de esta pequeña esfera que se creó por casualidad hace unos cuantos billones de años. Por mucho que nos duela, a unos más que a otros, y a pesar de que intentemos justificar nuestra presencia en el mundo, somos noventa y nueve por ciento azar; siendo muy optimistas. ¿Cómo vivir con ello? Lo olvidas, es lo sencillo, lo que solemos hacer con los grandes problemas a los que nos toca enfrentarnos cada día. Pero, ¿qué pasa cuando no decides? ¿Qué ocurre cuando las mismas preguntas te superan una y otra vez, sin poder quitarlas de tu cabeza? ¿Cómo conseguís vivir con ellas?

                Enseñadme, por favor; aunque tampoco sé si quiero saberlo realmente. Probablemente la mayoría viva a pesar de ellas, algo más parecido a la supervivencia. Conformándose con no estropearlo demasiado, manteniendo el equilibrio como buenamente se puede, impulsados torpemente por ese maniqueísmo que se nos ha inculcado desde pequeños. Sin embargo, nadie se salva del paso del tiempo, todos crecemos, nos damos cuenta de que la gradación entre el bien y el mal que nos vendieron es demasiado grande como para pasarla por alto. ¿Y ahora qué? ¿Nos limitamos a la reducción de daños y la optimización de beneficios? Ojala fuese tan simple, pero entran en juego nuestros intereses, emociones, las necesidades más básicas que nos hacen seguir siendo humanos.

                Ahora bien, ¿da lo mismo? ¿Tiene el mismo valor la misma acción realizada por convencimiento que cuando se hace esperando un reconocimiento posterior? ¿Deja una buena acción de serlo cuando entra en juego la vanidad, el orgullo de quien la lleva a cabo? ¿Cómo se vencen estas contradicciones? Hoy no tengo respuestas, ni me apetece seguir planteando preguntas.

                Solo quiero volver a donde sea, cualquier sitio donde el viento, embistiendo mi cuerpo, o los rayos del sol, golpeando sin compasión mi cara, me recuerden que a veces sentir es lo único por lo que vale la pena estar vivo. Me apetece arrancar el diente de león de la planta a la que se halla sujeto, alejarle de su hogar para siempre. Me gustaría ver si consigue comprender entonces cómo me siento a veces, cuando la peor soledad es tener a alguien demasiado cerca y sabe que te encuentras en un punto de inflexión donde vuestros caminos se separan. Llegado ese momento, reconociendo mi derrota ante su imposibilidad de responderme, y solo en ese instante, soplaré con la fuerza de mi último abrazo, ese que nunca llegaremos a darnos, con las ganas de besarte que durante todo este tiempo me he guardado, y con la ilusión de un corazón preso que acaba de ser absuelto. Y  ese… ese será mi último intento para que desaparezcas de mi vida, para sacarte de mi mente.




3 comentarios:

  1. "...cuando la peor soledad es tener a alguien demasiado cerca y sabe que te encuentras en un punto de inflexión donde vuestros caminos se separan" Guau. Jugando a adivinar qué pasa por tu cabeza, JL.

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  2. Cuando empezamos a leer "Sobre verdad y mentira en sentido extramoral" en clase me dí cuenta de algo: no tengo una auténtica moralidad, por eso siempre acabo quedando mal con la gente. No sé qué hacer más allá de lo que siento. Y creo, de verdad, que tú eres de esas personas que me entienden. Creo que sólo necesitas el lugar propicio para soplar ese diente... y, tal vez, para darle la absolución a tu corazón

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  3. La respuesta está en lo que tú mismo has escrito, al principio: "¿Cómo vivir con ello? Lo olvidas, es lo sencillo, lo que solemos hacer con los grandes problemas a los que nos toca enfrentarnos cada día."
    A veces, más que olvidar, se trata de aprender a vivir con algo. Porque cuando más te empeñas en olvidar, menos olvidas; el olvido no puede ejercerse de forma voluntaria, ¿verdad?

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