19 de agosto de 2012

Punto final...


                 Hoy te necesito en mi cama, o en la tuya, no me importa. Quizá por eso te he llamado, o lo has hecho tú, ya no me acuerdo. La verdad es que lo echaba de menos, sí a ti también. Hemos alcanzado un nivel de confianza que muchos quisieran, sin rodeos, directos, bailando en la cuerda que se tambaleaba en el precipicio. No nos pasemos, sin estropearlo. Pero lo que realmente añoraba era sentirme querido, necesitaba un momento así; bueno, necesitaba muchos. Poco importa lo que sentimos el uno por el otro, poco importa que ni siquiera sintamos, que solo queramos no estar solos. Una suerte habernos encontrado, otra vez, por primera vez. Qué raro que hayamos cedido los dos, que nos entendiésemos, no me esperaba tanta facilidad en nuestro nunca pactado acuerdo. Tú pagabas mi sexo con cariño, yo pagaba tu cariño con sexo. ¿O fue al revés? Quizás a veces, tal vez siempre, no me acuerdo, y ya poco importa.

                Era genial cerrar la puerta y con ella, alguna que otra vez, los problemas, olvidarlos por unas horas. Fue bonito jugar a querernos, interpretar el papel olvidado de pareja perfecta, sentirnos deseados por unas horas. Todo sencillo, tal vez demasiado, tanto que de haber durando más habríamos roto el equilibrio. Sin tiempo siquiera para empezar a discutir, nuestros labios solo se movían para besarnos o para contarnos nuestros sueños e inquietudes, esos que nos mantenían a duras penas con vida.

                Así sucedió, rápido, tan fugaz que a ninguno de los dos nos dio tiempo de arrepentirnos. Y a la vez, lento, tan paulatinamente que me dio tiempo a dibujarte en mi cabeza, a grabar minuciosamente cada parte de cuerpo, a memorizar cada uno de tus secretos. Ahora podré imaginarte desnuda, a mi antojo, siento no haberte pedido permiso, pero no podrías haber hecho nada para evitarlo. Te tengo a mi disposición, puedo recordarte, recordarnos, sin tenerte a mi lado. Es lo mejor para todos.


“Que cuando estás desnuda estás vestida de mujer”

1 comentario: