28 de julio de 2011

Dormir soñando

  •                 Duérmete – me susurró al oído, tan cerca como para que solamente yo pudiese escucharla. Era demasiado tarde, los demás dormían no demasiado lejos de nosotros.
  •              Abrázame – contesté sin saber muy bien por qué. Necesitaba sentirla conmigo, notar como su respiración jugueteaba con el ritmo de su corazón en una peculiar carrera en el que es imposible conocer con exactitud quién va en cabeza.
  •                  Voy – me respondió, sin fuerzas para conseguir conjugar con el abecedario ninguna palabra más. Tampoco era necesario. – Me gustaría hacerte pedacitos pequeños y guardarte en una cajita para tenerte siempre conmigo – añadió para mi sorpresa, gastando su último suspiro antes de caer dormida.
  •                       Adelante, soy todo tuyo – dije tras una leve pausa en la que asimilaba la ternura de sus palabras. Y nos quedamos dormidos mientras ella simulaba despedazarme cariñosamente con un el movimiento de su mano, que simulaba el de un cuchillo.

26 de julio de 2011

Retales de un descosido corazón

               Una vez más las lágrimas toman la curiosa forma de letras que salen de mis manos en impulsivos golpes al teclado. Lágrimas reprimidas que me recuerdan que no hay peor soledad que la de estar rodeado de gente. Había olvidado la sensación de estar vacío por dentro, de haberme desprendido de todo lo que sentía en un repentino instante en el que mi corazón se abría paso a manotazos y empujones quitando de en medio mi excesivo raciocinio. El miedo, la angustia y el desconcierto se han enzarzado en una fuerte pelea por conseguir ocupar un cuerpo desprotegido. Necesito tranquilidad, calma. Carezco de las fuerzas necesarias para erigir una nueva defensa en torno a mí, y he de reconocer, que muy a mi pesar, también me faltan ganas.

            Juego a dibujar un futuro incierto, en el que mis sueños, expectativas y peores miedos se entremezclan produciendo en mí una extraña sensación de angustia. No obstante, un tonto alivio me sobreviene cuando veo que se esfuman con la misma facilidad con la que llegaron, haciendo gala de su efímero carácter. Son demasiados interrogantes que no puedo solventar con la ligereza de un estudiantil problema matemático, no existe una única respuesta válida, quizá ni siquiera exista la posibilidad de ser respondida. El tiempo, esa sucesión de instantes, de momentos, de acontecimientos que ocurren, tal y como los definen los libros, es el único que tiene guarda todas las respuestas posibles, pero seré yo quien deba elegirlas. Forzar el cuándo sería un vano intento por correr más que el reloj, un suicidio mental en el que las manecillas del reloj irían poco a poco hundiéndose en cada poro de tu piel.

                El eterno retorno, la sensación de no salir nunca de un bucle en el que la vida parece colocarte, sin cansarse de darte las oportunidades que necesites para que hagas las cosas bien, te parece tan poco común que la vida juegue a tu favor que te asusta pensar que sea así. Y frente a él, el retorno sufrimiento, mismas preguntas, mismas cavilaciones, repetidos pensamientos que parecen rebotar en tu cabeza destrozando todo aquello que se les interponga en tu cabeza. La continua pelea entre querer y poder, los dos titánicos colosos que se enfrentan en cada una de esas noches en la que el sueño vuelve a abandonarte, y tú sigues muy bien sin saber por qué lo hace y hacia dónde se dirige. Añorada amistad la vuestra.

                Es demasiado temprano para tratar siquiera de averiguar si se trata de un paso hacia atrás o hacia delante. Por una vez, aunque debiera hacerlo con más frecuencia, me tomaré un respiro. Me decantaré por lo más cómodo y me abandonaré al sueño, pero esta vez no soñaré despierto.

9 de julio de 2011

She!

La esperanza poco a poco se alejaba, huía de mi cuerpo como otras tantas veces, cuando de repente, tras un paseo en el que mis ojos la buscaban, la encontraron de frente. Parecía algo acalorada, pero sonreía, hecho que me produjo una extraña sensación de tranquilidad. El poco viento, que calmaba aquella calurosa tarde de verano, le movía el pelo, parecía juguetear con él con una ternura y suavidad incomprensibles. Se acercaba. Sería demasiado atrevido por mi parte intentar describir una boca que dijese tanto desde el silencio, nada podía iluminar su cara como aquella sonrisa. Y con cada paso que daba hacia mí, sentía que se alejaba un poco más, que se hallaba tan distante como nunca. “Por un momento pensé que no vendrías”, pensé, pero mis palabras se ahogaron en los dos rutinarios besos de bienvenida.

Comenzamos a andar, y como un niño pequeño que mira con envidia los juguetes de los demás, no conseguía apartar la vista de su silueta. Contoneaba su cuerpo al ritmo de sus propios pasos, engarzando armoniosamente unas sintonías con otras. Me sentía tan próximamente lejano a ella que empezaba a dolerme, pero no sabía cómo decírselo, no podía hacerlo.

Mientras dudada acerca de qué hacer, desistí, me abandoné a la facilidad de no hacer nada, a la soledad de volver a sentirme un número primo.

6 de julio de 2011

La soledad de los números primos

"Los números primos sólo son exactamente divisibles por 1 y por sí mismos. Ocupan su sitio en la infinita serie de los números naturales y están, como todos los demás, emparedados entre otros dos números, aunque ellos mas separados entre sí. Son números  solitarios, sospechosos, y por eso encantaban a Mattia, que unas veces pensaba que en esa serie figuraban por error, como perlas ensartadas en un collar, y otras veces que también ellos querrían ser como los demás, números normales y corrientes, y que por alguna razón no podían. Esto último lo pensaba sobre todo por la noche, en ese estado previo al sueño en que la mente produce mil imágenes caóticas y es demasiado débil para engañarse a sí misma."

La soledad de los números primos
Paolo Giordano