31 de mayo de 2011

Y si te duele el corazón...

  • ¿Por qué lloras? – me preguntó con el gesto torcido.
  • No estoy llorando – respondí mientras mi mano se aseguraba de que ninguna gota hubiese empezado a resbalar por mi mejilla.
  • Ya sé que tus ojos no han empezado a llorar, pero no hablaba con ellos.
  • ¿Entonces? – dije algo contrariado por aquellas enigmáticas palabras.
  • Hablaba con tu corazón. Siempre podrás evitar, contener, las lágrimas, aprisionarlas bajo los párpados, suplicarles que no se dejen caer, que no muestren a los demás cómo te encuentras. ¿Pero cómo disminuyes el acelerado ritmo de un corazón dolorido que a voces suplica ser escuchado?
  • ¿Cómo puedes oírlo? – le pregunté, asustado por lo que podría contestarme.
  • La cuestión es por qué tú no puedes hacerlo. Has dejado que las voz de tu conciencia se imponga a la de tu corazón, reprimiéndola, relegándola a lo más profundo de tu interior, al lugar donde ni tú te atreves a visitar. Has vuelto a hacer oídos sordos a la cálida voz de un herido corazón que llora por ti, que te suplica que explotes para poder sacar todo la carga que él está soportando. Has renunciado a ser tú mismo para convertirte en aquello que los demás esperan de ti y que siempre odiaste. ¿A qué esperas para darte cuenta? –. Una pregunta que impactó en mí, haciendo que mi interior se descompusiese en millones de milimétricos  fragmentos que sabía que sería imposible recomponer en su totalidad. En ese mismo instante me di cuenta de que jamás volvería a ser el mismo.
  • Pero… yo… no todo es culpa mía… esto me ha superado… ya no puedo más… – apenas yo lograba entender algo de lo que decía. La mayoría de lo que siguió carece de coherencia alguna, solo sé que me era imposible retener por más tiempo las lágrimas bajo mis párpados, estallaron en una incontenible lluvia salitre que inundo tanto mi cara como mi corazón.

30 de mayo de 2011

Un día más es un día menos

Y el niño, porque al fin y al cabo eso es lo que es, se marcha a la cama, agotado de un día tan normal como otro cualquiera. Quizá el cansancio se deba a la monotonía, o a la impotencia frente a un trabajo que siempre le ha apasionado, supongo que será uno de esos días tontos. Necesita recuperar la ilusión, pero ha olvidado donde buscarla. Antes sabía perfectamente a qué acudir para recargar fuerzas, para recobrar las ganas de ser y hacer. Tras un vano intento de adormecerse bajo la reconfortante sinfonía de una canción de jazz, ha decidido que lo mejor por hoy será irse a dormir. Mañana será otro día.

28 de mayo de 2011

Siendo uno mismo

  • Como sigas así, un día te lloro en directo – me dijo conmovida, mientras sus párpados impedían, a duras penas, que una nueva lágrima volviese a deslizarse por su mejilla.
  • Estoy aquí para lo que quieras. Lo sabes – me sinceré una vez más –. Te he dicho ya varias veces que seré el pañuelo perfecto para tu llanto. Después, cuando hayas parado, me transformaré en la más suave de las mantas para arroparte. Una vez hayas recibido el calor que necesitas, volveré a ser yo, para susurrarte al oído unas cuantas historietas graciosas, que me atribuiré con el fin de conseguir que sonrías.
  • Eres demasiado bueno conmigo – respondió. Atribuyéndome una bondad que nunca he merecido.
  • Te equivocas – contesté para ganar tiempo mientras pensaba algo que pudiese hacer que me besara –. He causado demasiado daño a gente que no se lo merecía – continué, poniendo de manifiesto que había perdido la batalla por el beso.
  • No me importa, a mí consigues hacerme feliz. Pero no comprendo por qué lo haces, no me lo merezco – arguyó estúpidamente, haciendo gala de esa humildad que tanto me gustaba. Titubeaba con la pregunta, sabía que yo, a veces, me mostraba reacio a responderlas.
  • ¿Realmente quieres saber el motivo? – pregunté, siendo plenamente conocedor de la respuesta.
  • Sí – dijo, mientras me sonreía.
  • El único motivo eres tú. Tú me haces ser así, sacas lo mejor de mí. Eres el motivo por el que levantarme de la cama cada día, aun cuando la lluvia se encarga de poner una tenue luz al mundo. Eres mis ganas, mis fuerzas, mi razón de ser. Estando contigo, soy más yo que nunca. Estando contigo, eres más mía que nunca – intenté responder con una cada vez más apagada voz. Y, esta vez sí, aunque sin esperarlo, me besó.

27 de mayo de 2011

Desnúdate

  • Desnúdate – le dije, dejándome llevar por una desconocida valentía. La tenue luz del pasillo solamente de dejaba atisbar sus rasgos definitorios, mientras mis manos dibujaban su figura al ritmo que dictaban las curvas de su cuerpo.
  • No me esperaba esto así, pero está bien – me contestó con una temerosa voz, mientras incorporaba de la cama y dejaba su torso al descubierto con una elegancia que nunca antes había visto en una mujer.
  • ¡Pero qué haces! – repliqué con un torcido gesto que instantáneamente se calcó en su cara – Yo no he dicho que te quitases la ropa.
  • Acabas de decirme que me desnude, ¿qué pretendes sino que haga? – me respondió, dejando claramente ver que el problema provenía de mi persona.
  • Quería que te desnudases, que te agarrases fuertemente a la confianza que siempre te he ofrecido y a la que nunca has querido ni ver, para que fueses quitando, poco a poco, cada uno de los miedos que ves reflejados en mí. Quiero que me muestres tus sueños, aquello que ansías, por lo que pelearías hasta desfallecer. Deseo que me cuentes lo que te quita el sueño por las noches, lo que realmente temes, para poder abrazarte cuando más lo necesites. Quiero que seas capaz de hacerme ver el mundo por tus ojos, que me enseñes a fijarme en aquello que evita mi atención. Quiero que te desnudes para mí, no que dejes tu cuerpo al desnudo. Necesito saber qué te hace reír, qué llorar, por qué cosas dejarías todo lo que tienes, cerrarías los ojos y te lanzarías al abismo sin paracaídas. Deseo vencer tus defensas, saber que escondes detrás de esa dulce mirada, conocer hasta lo más profundo de tu ser. Todo para poder hacerte realmente feliz, sin equívocos, sin problemas reales ni ficticios. ¿Qué me dices?
  • Vale – contestó inesperadamente, sorprendiéndonos a los dos – Pero, en ese caso, tendrás que ser tú quien me desnude – y me besó tiernamente, como si el mundo fuese a estallar en ese mismo instante.

20 de mayo de 2011

En el filo

En el filo de un desolado folio, frágiles palabras me susurran, tiritando, tu nombre. Ingenuas pero seguras de que la calidez del aliento al pronunciarlo compensarán que no te tenga a mi lado.

En el filo de tus manos, las mías se aferran fuertemente para no dejarte marchar, no me perdonaría abandonarte.

En el filo de tus ojos juego a adivinar tu mundo. Me entretiene pensar que puedo averiguar en qué estas pensando. Tontamente intento sumergirme en ellos, nadar en tus pensamientos, descubrir el motivo del delirio que suele apoderarse de tu mirada. Y tras un momentáneo pestañeo, me percato de que solo era yo, y me descubro mirando mi mundo reflejado en tus ojos.

En el filo de tus labios, luchando desesperadamente por no perderse entre tus dientes, mi boca improvisa una dulce y alegre danza, al son de un cada vez más acelerado corazón que marca el ritmo de los besos que nunca te di. 

En el filo de tu cuello, al borde del abismo de tu cuerpo, mi cansada cabeza se acurruca buscando protección, calma, cariño.

En el filo de la madrugada, ninguna canción consigue distraerme, me falta un buen libro que me mantenga alejado del sueño, me faltan ganas de dormir y me sobra sueño.

En el filo, rozando el delirio mi cabeza no da para más, agotada, deseando que mañana sea otro día, sin la esperanza siquiera de que sea mejor o peor, solo es necesario que hoy se acabe.

En el filo que separa la vida de la muerte, nunca tan lejos y a la vez tan cerca. Puedo sentir sus estragos, conocer los daños en las personas que sobreviven cuando alguien se les marcha. En el filo del llanto, rogándole a mis ojos que den la batalla por perdida y no resistan tan estoicamente a los sollozos de una cama que requiere mi presencia.

En el filo de Granada, al fondo mirando desde la Alhambra, se distingue un pequeñito y luminoso punto, desde donde escribo, sin mayor expectativa que la de desahogarme. ¿De qué?

En el filo de esta pregunta creo que pasaré el resto de la noche.