11 de diciembre de 2010

Queridos Reyes Magos

               Este año, como tantos otros anteriores, sigo sin saber muy bien en qué consiste esto de ser bueno o malo, sigo sin explicarme por qué esta necesidad de regalar compulsiva, que gana especial fuerza durante esta época del año, sigo sin tener muy claro porque nos creamos necesidades injustificadas para aumentar el oleaje del consumismo que con más fuerza cada día choca contra la costa de los grandes valores e ideales humanos. Estos, que pierden fuerza con cada paso del gigante Chronos, carecen de personas en las que fijar sus raíces, del abono suficiente en ellas para desarrollarse y de la luz de una sociedad para alcanzar su máximo esplendor.

                Siguiendo en la línea de la incomprensión, me preguntó por qué esperamos todo un año para ver a esos seres queridos que tanta faltan nos hacen en nuestro día a día, por qué nos empeñamos en hacer de una comida o cena familiar un perfecto teatro de sonrisas y buenas caras, en el que nuestra mente solo se preocupa porque el tiempo no transcurra con excesiva lentitud y nuestro mayor logro es conseguir que las preguntas parezcan lo más espontáneas posibles. Me gustaría saber cómo es que nos acordamos únicamente de aquellas personas que no nos acompañan, que se han ido y no volverán, a pesar de nuestros vagos intentos por recordarlas en cada fragmento de una conversación, y olvidemos a la persona que tenemos al lado, que seguramente no la conocemos lo suficiente pero ya hemos inventado y dado por hecho su personalidad.

                ¿He sido bueno? ¿Qué criterios utilizo para realizar dicho juicio? He intentado compararme con aquellos que en esta época del año que reciben tantos regalos, pero me di cuenta de que el pequeño telón de sus párpados es suficiente para cegar a sus ojos de las injusticias y las necesidades de muchas otras personas en el mundo. Pero uno no debe venirse abajo tras el primer resbalón, así que busqué a  aquellos que son queridos por los que le rodean, aquellos que pueden ser felices con poco, pero me percaté de que se conformaban con su situación, habían dejado de proponerse retos y metas que alcanzar, habían abandonado los sueños que una vez fueron el único combustible para su vida. Y continué mi tarea, con mayor o menor fortuna, pero siempre había algo que objetar, algún impedimento. Entonces, descubrí y acepté que nadie es perfecto, que todos tenemos nuestras “cosillas” y me propuse intentar dejar de lado lo que no me gustaba de cada persona para profundizar en sus virtudes, en sus buenas intenciones, sus ideales y en los sueños por los que luchaban. Sin embargo, me di cuenta que estos solamente podía juzgarlos desde mí mismo, desde aquellos pensamientos que, con una u otra forma, rondaban constantemente por mi cabeza y de los cuales no conocía muy bien su origen.

                Un poco por todo esto, queridos Reyes Magos, vosotros que sois capaces de alimentar la ilusión de tantos niños, de dar rienda suelta a la imaginación de tantos padres que no saben cómo ingeniárselas para ocultaros a sus hijos, vosotros que aún seguís vivos gracias a que siempre habrá dinero para regalar en Navidad pero no para acabar con el hambre y la pobreza en el mundo, a vosotros os pido que por cada regalo que dejéis cojáis tres juguetes, de esos que los niños ya no utilizan pero que aún conservan guardados en algún rincón de la casa, y lo llevéis a aquellas personas, tanto niños como adultos, que realmente sepan valorar un regalo. Tranquilos, solo tendréis que hacerlo este año, pues os aseguro que ninguno de ellos olvidará nunca ni dejará de jugar con él. De este modo no solo habréis regalado un juguete, sino que seréis el origen de la esperanza, sueños y felicidad que nazcan en sus corazones. Y para los padres de esos niños a los que “quitaréis”, pues aunque sea por una buena causa no debemos dejar de lado que el hecho no es del todo correcto, quizá el fin sí justifique los medios en este caso, para esos padres os pido que les regaléis un poco de fuerza para que hagan regalos y visitas a los familiares únicamente cuando les apetezca, cuando sientan que quieren, y por supuesto regalarles un poco de claridad para que puedan percatarse de cuando lo necesitan. Así mismo, llenen sus noches y días de sueños, de esperanzas y de la fuerza necesaria para no abandonar aquello por lo que están ilusionados.

                 Y para mí… para mí… realmente solo me hace falta creer que podréis hacerlo.