Desde la ventana mi vista alcanza
a vislumbrar torpemente una bañera. No hay nadie en su interior tomando un
baño. Tiene, como único sostén, cuatro pequeñas piezas de madera atornilladas a
su base. Su exterior ha sido pintado de un azul templado y la mitad de uno de
sus laterales ha sido decapitada. Imagino que el lado superviviente esconde
unos cómodos cojines y me planteo si, entonces, ha dejado finalmente de ser una
bañera. La mesa que la acompaña parece indicar la dirección correcta hacia una
respuesta adecuada, acorde a la nueva identidad de la ahora ‘no-bañera’.
¿Qué sentido podría tener ahora
intentar llenarla de agua? ¿Será consciente la bañera de su nuevo ser? ¿Es
posible que siga siendo bañera, aunque sea en la mínima e ínfima manera en que
se sigue siendo algo en el recuerdo
de alguien? ¿Cuándo dejó de ser bañera para empezar a no serlo? ¿Qué es
exactamente ahora? ¿Es una bañera haciendo las veces de sofá? ¿Acaso un sofá
con forma de bañera? ¿Alguien más se habrá percatado de su casi inadvertida
presencia? ¿Alguien se ha parado a preguntarle cuál es su nueva identidad?
Cambios. Transformaciones,
voluntarias o no, que nos moldean incesablemente sin ni siquiera preguntarnos.
De repente, una mañana al levantarnos, descubrimos esa parte que nos falta, ese
trozo amputado que nos impide volver a ser aquello que con tantas ganas
pretendíamos al abrir los ojos. Queremos, pero no podemos. Nos llenamos de
agua, como la no-bañera, y vemos que no podemos contenerla en nuestro interior,
hemos dejado de ser, para empezar a ser de nuevo. Tenemos a nuestro alcance la
inmejorable oportunidad de transformarnos, manipular nuestros materiales y
crear con ellos lo que nadie espera. Resurgir de nuestras propias cenizas no
necesita de la cremación completa de nuestra identidad. Voluntad y paciencia,
ganas de construirnos, conscientes de las influencias externas pero escogiendo
autónoma y conscientemente entre el gran abanico que tenemos ante nosotros. Y,
por qué no, creando nuevos caminos, abriendo nuevos horizontes de
posibilidades.
Olvidar. Dejar a un lado la
necesidad impuesta e innecesaria de definirnos ante la mirada ajena de aquellos
que nunca fueron capaces de ser ‘no-bañera’, de vivir en el interludio de dos
notas musicales, en el intersticio vacío entre dos palabras, para desde ahí
empezar a Ser de manera auténtica. Fuerza
y determinación para aceptarse roto, vacío, en construcción, sin fecha concreta
de finalización, quizá condenado de por vida a un rehacerse constante.
Decisión y seguridad para ser
felices en el trayecto.