La
diferencia con Benedetti es que yo sí te invito a que contemos juntos, hasta
dos, hasta diez, hasta cansarnos. Contemos hasta perder la cuenta. No sigamos
un orden preestablecido, jugueteemos con los números a nuestro antojo, saltemos
de uno a otro sin razón o motivo aparente. Correteemos entre ellos hasta
encontrarnos cara a cara. Pongamos un número a lo fundamental de nuestra vida,
sin olvidar que llegado el momento de la verdad no habrá signo que valga.
Dicen
que TRES son los besos que damos: el primero mágico, el segundo íntimo y el
tercero rutina. Sin embargo, recuerdo miles de momentos contigo, millones de instantes
fotografiados y archivados minuciosamente en el baúl de mis recuerdos. CINCO es
la mitad de los dedos con los que me gusta dibujar paisajes en tu espalda y DOS
las palabras que construyen un “te quiero”.
DIEZ son los minutos que te añoro tras cada despedida, y QUINIENTAS las noches
que Sabina tardaría en olvidarte. Muchos aseguran que UNO es el amor verdadero,
el amor de tu vida, y SIETE las vidas que necesitaría para remendar los fallos
cometidos contigo. Quizá no lleguen a CUATRO los llantos compartidos, y NUEVE
es la mitad de los años con que te conocí. Más de SEIS son los encuentros a
escondidas, OCHO los besos robados que te debo.
Me
cansé de buscar números, de encontrarte en las caras ajenas, de olerte en los
perfumes callejeros y de oírte en la voz de una ciudad que duerme. No hay
manera de medir lo cuánto te echo de menos, el infinito se queda corto si hablo
de recuerdos y un abismo se abre ante mí si te pienso. Sin embargo, aun sigo contando
los besos que no te he dado.