No
te alegres, mamá, cuando sientas esas pataditas que tan a la desesperada
propino, ¿acaso no ves que intento llamarte la atención para que no permitas
que nos separen? Me muevo, no puedo estar quieto, busco el rincón más alejado
de esa realidad que me espera, me acurruco cabizbajo mirando el cordón que me
rodea, pensando en cometer una locura. No quiero ser como vosotros. Aunque sé
que no me dejaréis escapar.
Es
solo que no tengo incentivos, nada me llama la atención. Habéis destrozado la
política, el bipartidismo se alza como un poderoso y devastador coloso que
destroza cualquier alternativa que sale a su encuentro. Ilusos, seguís pensando
que vuestra representación como ciudadanos se halla en el Congreso de los
Diputados. Pero allí cada uno representa a su familia, a los intereses de una
cada vez más corrupta clase política que ve como el pueblo empieza a pasar
hambre y no hace nada por remediarlo. ¿Esos son quiénes os representan? Pero os
da igual, a la religión como opio del pueblo, se ha sumado el fútbol,
llamándoos constantemente a la resignación, a no combatir por lo que, esta vez
sí, POR DERECHO, os pertenece. Asimismo os da consuelo con vuestros problemas,
os mantiene callados. Las preguntas son demasiado incómodas.
Temo
también, mamá, que me inculquéis esa doble moral que parece que os dé vida. Os
desgañitáis, alzáis los puños al aire (esas pocas veces que lo hacéis) por las
desgracias que ocurren en vuestro país, asesinatos de terroristas, un padre que
quema a sus dos hijos, víctimas del maltrato, y una larga lista que bien
sabrás. Al principio pensé que moríais por aquellos actos demenciales, y pensé
que esa pizca de amor podría ser suficiente para salir a luchar al mundo. Mi
gozo en un pozo, como dice abuela, al ver que poco, o más bien nada, os
importaba que niños, de unos pocos meses más que yo, muriesen cada día por no
poder alimentarse. Miráis a otro lado con los asesinatos, bombardeos y guerras
en las que metéis las narices sin que nadie os haya llamado, llamando efectos colaterales a las víctimas de
vuestra insensatez. Aunque bueno, quizá lo entienda, no es vuestra culpa, unos
tienen que morir para que otros podáis sobrevivir. Y es que esto, mamá, no es
vida.