Son las doce
de la mañana de un día cualquiera, laborable, en la vida de un alumno/a medio,
calificativo del que se jactan los pedagogos pero que difícilmente se logra
identificar. Su mirada se pierde por la ventana, a pesar de que quizá no se
halle siquiera cerca de ella, jugando a imaginar que el recreo se hubiese
prolongado un poco más en el tiempo, suspira por no haber terminado el partido,
la remontada estaba cerca, o quizá haya dejado a medias una interesante
conversación sobre unos sueños que los adultos tratan de arrebatarle. Sus
pensamientos se diluyen entre los rayos de sol que entran por la ventana y le
cuesta bastante prestar atención a eso que el profesor/a intenta explicarle,
poco importa la materia concreta de la que se trate. Poco tardan en llamarle la
atención, que si siempre está igual, que si tiene que atender, que si, por
favor, deje de dibujar en la libreta, que si no le da vergüenza, a su edad.
Rutina en forma de palabras que ya poco significan para él/ella, las ha hecho
costumbre, las tiene tan interiorizadas que a veces percibe cómo se van
apoderando de sus inquietudes, las escucha tantas veces que piensa que son
verdad, y se reprocha a sí mismo/a, hay que cambiar, lo sabe.
Sabe, y
además perfectamente, que su labor como estudiante no es otra que la de
estudiar, ¿no lo dice acaso la propia palabra? Sin embargo, a veces, no
consigue adivinar si bajo esa fachada en forma de palabras se esconde algo así
como el aprendizaje, o si, por el contrario, no es más que simple memorización.
Siempre ha pensado que la escuela estaba ahí para que pudiese aprender, pero
solo le piden que grabe y reproduzca pensamientos anquilosados, polvorientos,
obsoletos en multitud de ocasiones. Por mor de la verdad, hemos de decir que se
trata, a pesar de la situación descrita, de una persona inquieta, lector/a
habitual de artículos de actualidad que, las pocas veces que alguna temática
interesante aparece en clase, intenta aportar, preguntar, aunque ello suponga
que la autoridad, de la que muchos docentes se jactan, sea puesta en evidencia,
penda de un hilo. Pero recibirá siempre las mismas respuestas acerca de la
impertinencia de sus intervenciones, las salidas de tono en las que le dicen
algo así como que debería emplear más tiempo en estudiar, en lugar de pensar en
esas idioteces.
Mentiríamos
también si dijésemos que no está ya un poco cansado/a de toda esta parafernalia
educativa de la que no se siente partícipe, sino espectador, y además sentado
al fondo de la obra, sin papel en ella, harto/a de ver cómo se repite en todas
y cada una de sus etapas escolares. Tiene que ser responsable con su educación,
ocuparse de la labor que le toca, eso le dicen, y le irrita, es cierto, porque
no puede evitar pensar por qué no le exigen lo mismo a sus docentes.
¿Cuál es,
entonces, la responsabilidad del profesor/a? Los tiempos han cambiado, qué duda
cabe, y sería absurdo, ilógico, imperdonable, que siguiésemos empleando los
mismos métodos educativos que hace años, cuando la autoridad del profesorado
era incuestionable, cuando el alumnado era la materia prima dentro de una
cadena de montaje que buscaba la uniformidad, que mataba los pensamientos
discordantes, la creatividad y la vida, en su máxima expresión, de muchos de
sus alumnos/as. Debemos darnos cuenta de que la Educación no consiste, al menos
no únicamente como se ha venido pensando, en un proceso unilateral de enseñanza
por parte del profesorado, sino que se trata de un procedimiento mucho más
enriquecedor, caracterizado por su bilateralidad, su retroalimentación, de
enseñanza-aprendizaje, donde alumnado y cuerpo docente deben tomar parte activa
para que el éxito pueda alcanzarse. No me tachen de utopista, que todavía no he
dicho que sea fácil, ni lo haré, pero creo que, y quedaré contento si con este
artículo logro conseguir al menos que se lo replanteen, es fundamental redefinir
la labor del docente dentro de este proceso. No basta con ir a clase y contar
lo que uno sabe, no sirven las lecciones magistrales como portadoras de una
valía intrínseca. Vuestra labor, docentes, es que el alumnado aprenda, así que
hagan todo lo posible para conseguirlo.