5 de diciembre de 2013

Quién sabe

Cierras los ojos durante un breve instante, intentando deshacerte de ese cúmulo de imperativos en los que se ha convertido el mundo, ilusamente convencido de que el frágil telón de tus párpados impedirá que la realidad te haga daño. Decides dejarte llevar por esa comodidad que empapa a todos con su tedio y parsimonia, que te lanza vilmente la obligación de no moverte, de no hacer que se tambalee ese modo de vida que eligieron para ti. Siempre fue más sencillo decorar la celda que buscar el modo de salir de ella. Intentas deshacerte del molde en que fuiste forjado, pero ya es tarde, y la única solución a tu alcance es un doloroso remoldeamiento, siempre parcial, asumiendo que tu patrón inicial no llegará del todo a desvanecerse. Te armas de valor, instrumento abstracto que tal vez sea sólo un espejismo, y tratas de desaprenderlo todo, tu desencanto no entiende de fronteras, reales o imaginarias. La desolación llega, sin demasiados impedimentos, a la fortaleza de tus conocimientos, derruyendo impíamente las murallas, devastando tus convicciones, cuestionándote y hasta obligándote a replantear todo lo que crees saber. El resto de tus ideas no corren mejor suerte, y quedas momentáneamente calmado, exhausto tras la batalla que comenzaste y de la que, sin embargo, no has sido más que un mero espectador pasivo.

Pero no hay tiempo que perder y vuelves a ponerte en marcha, desconocedor de lo que te espera, desprovisto de la defensa necesaria para emprender un nuevo ataque. Es momento de sumergirse en la disolución de tus emociones y sentimientos, que escapará entre tus manos debido a su líquida naturaleza. Ahora duele, no por la impotencia de no poder atraparla, duele porque descubres que quizá nunca sentiste por ti mismo, que quizá otros lo hicieron por ti y únicamente aceptaste las etiquetas que te iban dando. Tal vez nunca has estado enamorado, ni llegarás a estarlo, tan solo llamarás "amor" a un modo de comportarte, a un conjunto de costumbres tan fuertemente arraigadas, tan firmemente establecidas, que incluso creerás que estás sintiendo algo, que sientes realmente.

Y en esta maraña te hallas, desorientado e indefenso ante ti mismo, sabedor de que la respuesta reside en ti, conocedor de tus límites y potencialidades, vulnerable porque acabas de percibir que eres tu peor enemigo. Aunque, bueno, supongo que tú nunca llegarás a saberlo. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario