29 de junio de 2014

Por la ventana

A veces, uno no consigue diferenciar la vida de una canción que un novel cantautor imita con toda la ternura posible, que se cuela por tu ventana mientras friegas con tesón los sucios platos de la comida, buscando que no quede la más mínima huella de tu vida en ellos, y que tiene como público a unas simpáticas señoras de la casa de enfrente, que no ocultan su agradecimiento y alegría, mediante un aplauso, al recordar una bonita canción de su juventud.

Y otras veces, nos obcecamos en sacar a flote la podredumbre de nuestros semejantes,en buscar la muerte, la destrucción y la apatía en los trazados que la vida desdibuja sobre este abrupto lienzo terrestre. Tristes, desolados y empeñados en cerrar los ojos ante la luz y belleza que una sonrisa, o quizá una mirada, está dispuesta a enseñarnos.

Cada uno que se quede con lo que guste, que mire como quiera, que pierda o invierta su tiempo según su voluntad y sus necesidades; pero que todos sepan, y no consigan olvidar, que ni un sólo segundo volverá a pertenecerles, si es que alguna vez fue suyo. 

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