22 de junio de 2015

Berlín

¡Ey! ¡Que estoy aquí! Que no me he ido ni tengo intención de hacerlo. Ya sé que no ha sido fácil, que nos han sobrado lágrimas, que nos hemos dicho demasiadas cosas de las que ahora nos arrepentimos, pero no te preocupes, sécate los ojos, suénate fuerte y agarra sin miedo mi mano, que ya no sé caminar solo, que no quiero aprender a hacerlo, que me gusta mirar hacia atrás y ver cuatro huellas marcando el camino.

Vente, que te llevo, o me llevas tú durante una parte del trayecto, o, quizá, si hiciese falta, nos paramos el tiempo necesario para tomar aire, beber un poco de agua y dejar que nuestros cuerpos descansen. Sí, sí, no importa si la que necesita un respiro es tu cabeza, o la mía, sería injusto no darles una tregua, ¿no crees? Esperaremos lo que haga falta. 

Mira, sí, justo ahí, todo eso es nuestro, lo hemos construido casi sin darnos cuenta, ¿quién nos lo iba a decir? Hace unos años apenas éramos dos adolescentes llenos de cariño e ilusión, con ganas de comernos el mundo y devorar a todo aquel que se interpusiese entre nosotros y nuestros sueños. No, no te engañes, acepto que dudes, vale, pero que nada te haga pensar que nada ni nadie ha conseguido ser un obstáculo real. Hubo rachas mejores, pero eso ya lo sabíamos, aunque quizá nunca imaginásemos que la vida iba a jugar así con nosotros. 

No pasa nada. Ya está. Toca mirar hacia delante, vamos a seguir comiéndonos el mundo, vamos a seguir cumpliendo sueños, vamos a querernos como nunca, que es lo que siempre hemos hecho, vamos a contagiar de felicidad a todo aquel que nos mire con la envidia del silencio que suele unir a dos desconocidos en una mesa, repetidamente durante demasiados años, bajo el nombre de 'matrimonio'. 

Corre, no hay tiempo que perder. Cierra los ojos y deja en tierra tu miedo a volar. Que pase lo que pase, vamos juntos. Siempre.

Próximo destino: Berlín. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario