29 de octubre de 2015

Sonrisas

Sonríe. No, no vale seguir leyendo si no lo has hecho todavía. ¿Ya? ¿De verdad? Vale, te creeré desde el pasado en que te escribo. Podría darte razones, y quizá más adelante lo haga, pero piénsalo bien, no las necesitas realmente. Hazme caso, no te hacen falta motivos para esbozar una sonrisa, me niego a aceptarlo, lo siento. Es fácil, solo intenta acercar las comisuras de tus labios a los lóbulos de tus orejas; cada uno al que tiene más cerca, no seas difícil, que podrías, en una cómica treta del infortunio, quedarte sin boca y a ver luego cómo lo haces para alimentarte. ¿Lo tienes? Bien, bien. Te dije que no sería tan difícil.

Ahora toca mantenerlo ahí, que no disminuya la longitud de esa sonrisa que tanto ha costado construir. Mira a tu alrededor. ¿Acaso no es todo lo que te rodea más bonito ahora que te recibe mientras sonríes? Estoy seguro de que lo que todo ha tomado un color diferente, un brillo especial, pero realmente nada fuera de ti ha cambiado, todo sigue igual, solo que ahora estás preparado para apreciarlo y vivirlo de un modo bien distinto. ¿Hay alguien a tu alrededor? ¿Sí? Prueba a mirar a esa persona y regálale tu nuevo gran descubrimiento, fulmínala con esa nueva arma que acabas de desenfundar. ¿Ha pasado algo? ¿Has tenido esa suerte? Ojalá que sí, que tú también hayas tenido la suerte de contagiar un poquito de esa felicidad que has logrado tan fácilmente con un poco de perseverancia cuando comenzaste a leer. Ahora has multiplicado una sonrisa, ¿no es maravilloso? Siempre pensé que un día en que conseguimos hacer que otra persona ría es un día que vale la pena.

Sonríe. No vale ponerse la excusa de que hay días, semanas, meses… en definitiva, momentos tristes y no tan buenos en nuestra vida, pero eso ya lo sabemos. Sea lo que sea, seguro que pasa mejor con una sonrisa. Hazme caso, te sentará bien. ¿Cómo? ¿Que no te sale? Vale, está bien, tampoco lo fuerces demasiado, no vayas a hacerte daño. Tal vez sea verdad eso de que lo primero que necesitas es llorar y lo único a lo que puedas llegar sea a una falsa sonrisa. Y eso, permíteme que te diga, es lo peor que puedes poner en tu rostro y ofrecer a los demás. Llora entonces, como necesitas, pero no dejes de tener en mente que lo haces solo para que luego la sonrisa brille con más fuerza y perdure en el tiempo. ¿Me lo prometes?

Siento no haberte dado razones, de verdad que lo siento, quizá las haya, seguro que si nos paramos a buscarlas podríamos encontrar alguna, igual sin que ello nos costase mucho esfuerzo. Pero hoy, simplemente, no las necesito. No es que todo sea perfecto a mi alrededor y rebose felicidad por los poros, no es que me haya convertido en el personaje de ficción de una idílica y utópica novela con final feliz (al menos eso creo), pero he decidido poner una sonrisa de aquí en adelante para hacer frente a cada uno de los días a los que me toque enfrentarme. Algo así como una rutina matutina, una especie de consecuencia lógica tras desayunar y lavarme los dientes, no sé si me explico. No sé si su eficacia será ilimitada o si, por el contrario, tiene fecha de caducidad inminente, pero no me hace ningún daño, ni a los que me rodean. Es más, es maravilloso contemplar cómo, lo que hace epidémica a una enfermedad, hace grande a las sonrisas, se contagian. 

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