sobre el mío, susurrándole
sus secretos lugares de placer.
Cada personaje asumió su papel,
mis manos en tu cintura,
tus brazos rodeando mi cuello,
la ropa derrumbándose,
huyendo despavorida
de nuestra paciencia menguante.
La luna como foco,
el guión aprendido,
vestuario indecente
y maquillaje discreto.
El resto es historia,
más bien un cuento,
con final feliz entre tus piernas
y fuegos artificiales en tu pecho.
Después, el prólogo en la almohada,
desvistiendo nuestros besos
y llenándonos la piel
de caricias olvidadas.
Érase una vez yo,
soñando despierto
sobre la cama a la que
hoy le duele tu cuerpo.