22 de noviembre de 2014

G.

Esta noche muero por fascículos,
por palabras que se dirigen presurosas
hacia el borde del papel para saltar,
huyendo de mis lágrimas,
que bombardean el folio
sin piedad ni compromiso.

Tu recuerdo se apodera de mi memoria,
me quita trocitos de vida
con la impasibilidad del tiempo,
que nunca me tuvo en cuenta,
pues he pasado toda la vida
intentando atrapar una felicidad escurridiza,
que me hace burla desde cada rincón
de tu melancolía.

Olvidé amarte,
esconderme entre tus piernas,
que siempre fueron refugio
para mi intimidad y vergüenza.
Olvidé olvidarte,
y quedaste grabada a besos
en la intersección de nuestros cuerpos,
que se buscan a tientas
en las tardes lluviosas de invierno,
que lloran en silencio
al imaginarnos lejanos
y mirarnos ajenos.

Quizá lo único que necesitabas
era tenerme lejos,
hacer de la distancia el olvido,
en lugar de olvidar los kilómetros
y sentirnos vivos con cada mirada.

Pero esta noche, corazón,
perezco a golpe de poema,
caigo rendido ante ti,
ruego perdón a tus pupilas
y consuelo a tus palabras,
temo marcharme de este mundo
sin que sepas que te quiero,
y es que nunca te lo dije,
y es por eso que ahora muero.


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