26 de noviembre de 2014

Mayores

                ¿Quién no ha escuchado alguna vez aquello de “tranquilo, hijo, ya lo entenderás cuando seas mayor”? Seguro que todos. Y sin embargo, poco a poco, el tiempo va pasando, vamos creciendo y las respuestas nunca aparecen solas, como es obvio. Quizá haya que esperar un poco más, ser pacientes, aunque uno empieza a intuir que probablemente no existan tales respuestas. Conforme alcanzamos la edad adulta, algo que suele ser más cuestión de años que de madurez, nos percatamos de que muchos siguen comportándose como críos. Poco difiere entre su nueva actitud y la de sus hijos, probablemente el cambio solo sea el fruto de la sublimación sociocultural de su comportamiento, que adquiere un nuevo aspecto sin diferir realmente en su contenido. Lo aclaro con un breve, y espero que ilustrativo, ejemplo: pocas son las diferencias entre la institución escolar y la empresarial. Las relaciones de poder entre los miembros de cada una obedecen a patrones similares: el ‘listillo’, el gracioso, el ‘matón’, los acosados, el ‘pelota’,… Creo que se hacen una idea y, seguramente, sean capaces de ponerle cara a cada una de estas etiquetas.  

                Los mayores, maestros de la negación, de la destrucción de la ilusión y la esperanza de los más jóvenes, soldados del ‘ser realista’ que apalean cualquier pequeño signo de optimismo, tercos y obsesionados con que la vida sólo tiene un camino, el que ellos han recorrido, el que todos tenemos que transitar. La inconsciencia del cambio, de que sus patrones ya no servirán nunca más como moldes para los nuevos materiales que somos nosotros, les empuja a tratar de modificar nuestra composición, para acercarla a la suya y que vuelvan a servir sus oxidados modelos. Y nadie nos pregunta, poco importa lo que nosotros queramos hacer con nuestras vidas, no es relevante cuál sea nuestro proyecto vital, personal y laboral, ni la ilusión que depositemos en ellos, no interesan nuestras disconformidades, nuestras protestas y aquello que soñemos y luchemos por cambiar.

                Nosotros, sin embargo, apostamos por el ‘sí’, por la apertura de nuevos horizontes que nos ayuden a crear senderos que recorrer, por hasta ahora desconocidas maneras de desarrollarnos y enfrentarnos a la realidad. Reivindicamos la expansión del amor y el sexo por encima de las barreras del género y de la cultura, luchamos por nuevas formas de gestión económica, o por la reinvención de algunas desterradas, soñamos con un modelo educativo diferente y con una democracia que ponga de relieve su carácter horizontal, por encima de la verticalidad actual. Somos amantes de la tecnología, conocedores de sus problemas y limitaciones, pero entusiastas con la posibilidad de exprimirlas al máximo para nuestro beneficio y disfrute. Sabemos de la tradición, de las costumbres, pero no vamos a limitarnos a que pase como un rodillo sobre nosotros y nuestras ideas, criticaremos sus fallos, sus irracionalidades y destruiremos sus cochambrosas paredes para que cada cual construya a su gusto los nuevos cimientos de un edificio cultural en constante movimiento y renovación.


                No cunda el pánico, somos conscientes de que serán muchos los que quieran establecer como única su manera de entender la vida, su visión del mundo, buscando que lo que ahora vemos como proyectos originales terminen anquilosándose, cogiendo polvo, convertidos en la nueva tradición, tan férrea como la antigua. Esto puede pasar, es cierto y probable quizá en un alto porcentaje, pero no por ello tienen derecho a matar nuestra ilusión, nuestros sueños y ganas por construir el futuro que nos pertenece. Así que ni se les ocurra intentarlo. Les dejo, que hay que ponerse manos a la obra.

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