28 de enero de 2015

Caminando de espalda, que el futuro, a veces, duele.

Es por fuerza de la costumbre que el futuro se nos presenta incierto. Difuso horizonte al que dirigirnos para morir constantemente, para decir, mirando atrás, que lo vivido mereció la pena. Solo los necios tratan de permanecer estáticos, intentando atrapar lo efímero del presente, para hacerlo perenne.

Desde el momento en que nacemos, todo es muerte, desfallecimiento constante inherente a la vida. ¿Qué nos salvará? ¿Qué nos librará de esta búsqueda diaria y marchita? Aunque, ¿acaso alguien quiere de veras permanecer? ¿Contra viento y marea? ¿Sí?

Hay días, y no son pocos, en los que toda fuerza titánica es inútil, y debe ser empleada para mirar a otro lado. Porque, a veces, la vida se convierte en eso, en un mirada sin rumbo incapaz de caer sobre ningún punto de esta maldita realidad que nos es ajena; como extraños nos son quienes no tienen ni para comer, o viven a la intemperie, buscando oportunidades y no caridades.

El mundo, en esos días en que no puedo apartar mis ojos de esta pantomima en perpetua autodestrucción, el mundo, digo, me pide a gritos tu sonrisa, aunque solo sea para que viva en mis ojos. Pero no estás, y no volverás a sonreírme desnuda, a vestirme de dudas sobre cómo empezar a quererte.

1 comentario:

  1. ...una gran reflexión pero con tintes pesimistas. ¿Se puede salir del pesimismo? ¿Por qué se produce la autodestrucción? ¿Es que acaso el ser humano y el mundo están malditos?

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